Iglesia Saint-Julien

Estamos ante la iglesia de Saint-Julien. Se dice que en el siglo seis, Clodoveo, primer rey de los francos, decidió hacer construir una iglesia para celebrar su victoria contra los visigodos. La iglesia se convirtió en abacial ya que se constuyó una abadía a su alrededor. Si hoy sigue en pie, ¡es sin duda porque ha sobrevivido a bastante! Realmente no permaneció tranquila por mucho tiempo. Atacada por los normandos en el año 853, la abadía fue reedificada, y durante el asedio de Tours en 1043 fue nuevamente dañada y reconstruida. Después se entrometió la naturaleza, y un huracán provocó el derrumbe de la nave en 1224. Unos siglos más tarde, se vendió como propiedad nacional durante la Revolución francesa. El hostelero que la compró agujereó un muro y la convirtió en un aparcamiento de carruajes. Hubo que esperar hasta 1846 para que Prosper Mérimée consiguiera comprarla de nuevo en nombre del arzobispado y devolverla su antiguo esplendor como iglesia católica. Irónicamente, fue el aparcamiento situado detrás de la iglesia al que el pobre Prosper dio su nombre. Sin embargo, la historia no acaba aquí. Durante la Segunda Guerra Mundial, Tours fue una ciudad simbólica que sufrió enormemente los bombardeos de ambos bandos. Cuando los aliados hicieron explotar el puente sobre el Loira para detener el avance alemán, ¡estallaron todas las vidrieras ! Por ello, la iglesia de Saint-Julien merece toda nuestra atención y respeto. Lo que queda de la antigua abadía alberga en la actualidad el museo de la Compagnonnage, catalogado como museo francés de interés público. Es una visita imprescindible si deseas saber más sobre el Compagnonnage, método de aprendizaje filosófico que dio origen a los oficios y que ha sido clasificado como patrimonio cultural inmaterial por la UNESCO.