Mozart, el ilustre compositor

Es imposible visitar Salzburgo sin hablar de su mayor símbolo, que en este caso no es un objeto, un animal ni un monumento, sino una persona: el increíble Wolfgang Amadeus Mozart. Y verás que hay mucho que contar sobre este genio de la música que se ganó un lugar entre los más grandes compositores de la historia.

Para empezar, nació en Salzburgo en 1756 y su padre, Leopold Mozart, fue un destacado violinista y compositor, así que, sí, ya partía con una buena base.

Su verdadero nombre no era Wolfgang Amadeus Mozart, sino —prepárate— Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, aunque rara vez firmó con su nombre completo.

A los tres años empezó en la música y pronto quedó claro que era un virtuoso: tenía oído absoluto, lo que le permitía asociar cualquier sonido a una nota, y además contaba con memoria eidética, capaz de retener con total precisión imágenes y sonidos. Antes incluso de saber leer, ya podía interpretar una partitura. A los seis compuso sus primeras obras y, poco después, emprendió con su padre una larga gira por Europa, tocando, entre otros, ante el rey Luis XV, a quien dejó maravillado.

A los catorce, asistió en Italia a una representación en la Capilla Sixtina y fue capaz de transcribirla entera esa misma noche tras escucharla una sola vez. Si esto no te impresiona, basta con escuchar algunos de sus conciertos o sinfonías: la mayoría de sus composiciones se consideran cercanas a la perfección. No es de extrañar que su rostro aparezca en las monedas de un euro en Austria.

Sin embargo, su éxito no le garantizó una vida larga: murió con solo 35 años, enfermo, postrado y con sobrepeso. Las causas exactas siguen siendo un misterio, pero dejó más de 800 obras entre conciertos, sinfonías, sonatas y óperas. Con su 1,52 m de estatura, una vida intensa y deudas considerables, logró dejar una huella imborrable en el mundo y será para siempre uno de los más grandes compositores de todos los tiempos.