Los lavadores de toros
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Mientras caminas a lo largo del Salzach, déjame contarte una vieja historia que dio el apodo de « lavadores de toros » a los salzburgueses.
Estamos en la Edad Media, y durante este período, ya lo sabes, era costumbre intentar conquistar las ciudades para ampliar el reino. Salzburgo no fue la excepción y despertaba muchas codicias. Pero claro, la ciudad, que era rica y poderosa, poseía un muy buen sistema defensivo, reforzado por la presencia de la fortaleza de Hohensalzburg y sus murallas que rodeaban toda la ciudad.
Un día llega un ejército enemigo, deseoso de arrebatar la ciudad de las manos de los príncipes-arzobispos. Imposible entrar, ya que sus fortificaciones son muy eficaces. El único modo de doblegar a sus habitantes es sitiarla, para privarla de agua y comida. Eso es lo que hacen los asaltantes. Rápidamente se imponen restricciones en la ciudad para hacer frente a la falta de alimento que se avecinaba. Pero ya verás, a los salzburgueses no les faltan ideas para salir de este tipo de situaciones.
Al cabo de un tiempo, cuando solo queda un toro con vida y por lo tanto ya no queda alimento, deciden hacer todo lo posible para engañar al enemigo. Llevan al toro a las murallas y lo ponen bien visible para mostrarlo a los asaltantes. Bien alimentado y en buen estado, parecía no faltarle nada. Al día siguiente, lo pintan de blanco y lo vuelven a colocar en el mismo lugar. Así que, piensan los asaltantes, les quedan dos toros, además bien alimentados. Al día siguiente otra vez, aparece un toro negro sobre las fortificaciones, que los habitantes se habían encargado de pintar durante la noche.
Desanimados, los enemigos caen en la trampa: les quedan por lo tanto varios toros en plena forma, lo que significa que los habitantes están lejos de pasar hambre: el asedio no sirve de nada. Abandonan el lugar y dejan la ciudad sana y salva. Los salzburgueses, felices de haber ganado, bajan el toro hasta el Salzach y lo lavan hasta que recupere su hermoso color original. Así es como, desde ese día, a los salzburgueses se les llama los « lavadores de toros ».
Una bonita historia que demuestra que, además de las grandes y poderosas fortificaciones, una ciudad puede perfectamente ganar gracias a su astucia. Tomamos nota…
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