Casa Lis

Si “Mi casa es tu casa”, como dice el refrán, entonces nos encantaría hacer nuestra la Casa Lis. Pero entre desear y poder, por lo general, hay una gran diferencia. Excepto para algunas personas como Miguel de Lis, que encargó esta antigua casa señorial a finales del siglo XIX. Propietario de una floreciente curtiduría, heredada de su padre, este empresario gozaba de una situación económica de lo más privilegiada. Tanto es así que figuraba entre las 100 personas más influyentes de Salamanca en su época. Rebosante de dinero y deseoso de costearse una residencia a su gusto, Miguel de Lis recurrió al arquitecto Joaquín de Vargas y Aguirre para llevar a cabo su nuevo proyecto. Y es justo decir que apostó por la opción correcta, ya que Vargas iba a demostrar un gran talento. En primer lugar, compensó los desniveles del terreno creando esta hermosa escalinata, dejando al descubierto las terrazas ajardinadas y la gruta central. El resultado es un diseño muy equilibrado. Después, para responder a las expectativas de un cliente sensible a la modernidad, creó uno de los raros ejemplos de arquitectura industrial utilizada en viviendas. Una obra espléndida que combina la solidez de la piedra y el ladrillo, el movimiento orgánico del hierro y la transparencia de unas vidrieras. No cabe duda de que se trata de la delicadeza característica del estilo modernista. Entre 1917 y 1970, el palacete cambió varias veces de propietario, entre ellos uno de los rectores de la Universidad de Salamanca. Sin embargo, su espectacular encanto, que parece no tener límites, no libró al edificio del abandono y la decadencia. Afortunadamente, el Ayuntamiento, consciente del valor de la Casa Lis, la salvó de la ruina, y en 1995, la convirtió en el Museo de Art Nouveau y Art Déco de Salamanca. Aquí se pueden admirar colecciones de artes decorativas y muñecas de porcelana. Una visita variada que refleja los gustos de la sociedad burguesa de la época.