Casa de la Duquesa Ana

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Actualmente se puede contemplar la conocida Casa de la Duquesa Ana, perfectamente reconocible por su torre puntiaguda y su antiguo balcón. Este inmueble formaba parte de las murallas iniciales de Saint-Malo y es todo lo que queda de la entrada del antiguo castillo Gaillard, demolido en 1573. Se dice que Catalina de Médicis se alojó aquí en 1570 y que la duquesa Ana de Bretaña se alojó aquí cuando venía a comprobar el avance de la construcción de su castillo. Desde luego, el edificio es testigo del ilustre pasado de Saint-Malo y está catalogado como monumento histórico. A menudo se oye hablar de Ana de Bretaña, pero ¿qué es lo que sabemos realmente de ella, aparte de que fue dos veces reina de Francia? Es cierto que no es algo común. Ana nació en el castillo de los Duques de Bretaña en Nantes, en 1477. Era hija del último duque, Francisco II, y de la princesa de Navarra, Margarita de Foix. Su padre, que deseaba mantener la independencia de su ducado frente a la amenaza francesa, trató de asegurar su posición prometiendo su mano a numerosos príncipes europeos. Pero un día, los ejércitos del duque fueron derrotados por el ejército francés y se firmó un tratado que estipulaba, entre otras cosas, que la duquesa no podría casarse sin el acuerdo del rey de Francia. Sin embargo, en 1490 se casó con Maximiliano I de Habsburgo, heredero del Sacro Imperio Romano Germánico, lo que se consideró como una ofensa y una violación del famoso tratado. En seguida se sitió Rennes, donde se encontraba la duquesa. Tras dos meses de asedio, la ciudad se rindió y Ana se vio obligada a casarse con Carlos VIII para aliviar las tensiones y garantizar la paz en su ducado. Y así fue como a la edad de 15 años, se convirtió en reina de Francia. Tuvo varios hijos todos ellos fallecidos en la infancia. El rey también murió dejándola viuda sin hijos a los 21 años. Volvió a proclamarse duquesa de Bretaña. Pero su contrato matrimonial era claro: si el rey moría sin descendencia, ella debía casarse con su sucesor. Así ocurrió en 1499, cuando se casó con el nuevo rey de Francia, Luis XII. Esta vez pudo negociar las condiciones de su matrimonio. No iba a perder de nuevo su título de duquesa. Volvería a ser reina de Francia al tiempo que seguía siendo duquesa de Bretaña. Además, estipuló que a su muerte, el ducado pasaría a su segundo hijo y no al mayor, que estaba ligado al destino de Francia, demostrando así su deseo de una Bretaña libre e independiente. A su muerte, en 1514, el ducado pasó a su hija Claude de Francia, que también se casó con un rey: Francisco I. Y hasta aquí la vida, los matrimonios y las luchas de la duquesa Ana, que se ha convertido en una de las figuras históricas femeninas más ilustres de Francia. No obstante, si se quiere llegar al fondo de la historia, y comprender cómo Bretaña acabó unida a Francia, hay que saber que la reina Claudia no tenía la misma firmeza que su madre, ni el mismo apego inquebrantable a la tierra de sus antepasados. En su lecho de muerte, aceptó que el ducado revirtiera a su primer hijo y no al segundo, como había deseado su madre. Bretaña pasó a ser gobernada por un representante del rey. La nobleza perdió privilegios, si bien el ducado sabía que el futuro pertenecía a estados fuertes y unidos. En 1532 se firmó el Edicto de Unión de Nantes. La flor de lis sustituye al armiño y Bretaña se convierte en una provincia del reino de Francia. Hasta aquí este pequeño inciso histórico. Sigamos por la calle de la Corne de Fer para llegar a nuestro siguiente punto de interés,en la plaza de la Poissonnerie.

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