Los inicios de la historia de Reunión

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Aprovechando la presencia de Mahé de la Bourdonnais, Gobernador General de la Compañía de las Indias Orientales, es relevante recordar los inicios de la colonización en Reunión. Hay poca información sobre el lugar antes del siglo XVII. Sín embargo, se sabe que los árabes la atravesaron en su camino, ya que en mapas de la Edad Media, como el “Planisferio de al-Idrisi” de 1154, se menciona una isla en la región, lo que podría referirse a Reunión, aunque no hay un consenso definitivo. También se sabe que los portugueses recalaron aquí en el siglo XVI y fueron ellos quienes dieron el nombre de Rodrigues a la actual isla vecina. Pero nadie vio realmente el sentido de colonizar esta tierra volcánica. En 1598, los holandeses ocuparon la isla de Mauricio, que, a diferencia de Reunión, contaba con puertos naturales, pero más como escala y punto de aprovisionamiento en la ruta hacia la India que para desarrollar una colonia. Es importante entender que en esa época, la atención mundial se había desplazado a las Américas, cuyo reciente descubrimiento había transformado el mundo. Además, se tardaba tres veces más en llegar al Océano Índico que a las Antillas. Por tanto, los franceses iban a concentrarse en sus colonias de América. La situación en Reunión se tratará de forma completamente diferente. Cuando los franceses llegaron en 1638, la isla de la Reunión estaba deshabitada. La llamaron Borbón en honor a Louis XIII, soberano de Francia y miembro de la dinastía borbónica. En realidad, los franceses lo apostaron todo en la gran isla de Madagascar, donde habían abierto un puesto comercial en Fort Dauphin. Pero las cosas no salieron según lo previsto. Las enfermedades tropicales arrasaron a los colonos, que caían como moscas, y muchos de ellos se rebelaron, porque no era en absoluto lo que les habían prometido. Como resultado, los enviaron a la colonia penal de la isla de enfrente, Borbón, que no servía de mucho. Años después, al regresar para verificar si los colonos seguían vivos, se encontraron con una sorpresa: estaban muy saludables, bien alimentados y felices. Esto contrastaba fuertemente con Madagascar, ya que en esta isla no había cocodrilos, fiebre amarilla, ni mosquitos portadores de enfermedades. Este descubrimiento inspiró a un hombre llamado Louis Payen a establecerse allí. Por lo que en 1663, desembarcó en Borbón con un amigo y un grupo de diez malgaches (siete hombres y tres mujeres). Este grupo era joven y fue llevado como trabajadores libres, ya que en ese momento, la esclavitud estaba prohibida por el rey de Francia. Sin embargo, en la práctica, las condiciones de vida y trabajo de estos malgaches eran muy duras y similares a las de los esclavos. La razón por la que se les consideraba libres era más una cuestión legal que una realidad en su día a día. Al cabo de un tiempo, las difíciles condiciones de vida de la isla llevaron a que muchos de ellos huyeran a las montañas. Louis Payen abandonó la isla, y los malgaches se quedaron, formando la cúspide del árbol genealógico reunionés. Hasta aquí la parte anterior a la llegada de la Compañía de las Indias Orientales.

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