Basílica de San Pedro

¿Por dónde empiezo a hablarte de la Basílica de San Pedro? Estás ante el edificio más importante de la cristiandad y, por cierto, la iglesia más grande del mundo. Pero no te equivoques, no es la sede de la diócesis de Roma, esta se encuentra en la catedral de San Juan de Letrán. De igual modo, la Basílica de San Pedro destaca por encima de las demás. Su importancia litúrgica, la calidad de su construcción, el talento de los artistas que participaron en ella y la enorme influencia que ha ejercido en el mundo de la arquitectura hacen que se la considere una obra maestra absoluta, rebosante de la riqueza de la historia del arte, y es sencillamente uno de los logros más importantes de toda la historia de la arquitectura. Sí, es un privilegio estar ante esta construcción declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fue el Papa Julio II, en el siglo XVI, quien convocó un concurso con el objetivo de crear el edificio más grande de la cristiandad. Se decidió construirlo simbólicamente donde San Pedro fue crucificado. Según la tradición cristiana, fue martirizado por los romanos en el circo de Nerón. En el siglo IV, Constantino, el primer emperador romano que se convirtió a la religión cristiana, decidió hacer construir una basílica y una necrópolis en el lugar del circo. Según la tradición, San Pedro fue enterrado en esta necrópolis. Así que ya existía una basílica antes de que se construyera la que hoy tienes ante ti. Bramante, uno de los arquitectos más importantes del Renacimiento, ganó el concurso. Pero como la construcción duró inevitablemente más de un siglo, fue sustituido por Rafael, Peruzzi, Da Sangallo y, finalmente, Miguel Ángel en 1547. La basílica fue consagrada en 1626. Ocupa una superficie de 23.000 metros cuadrados y puede albergar hasta 60.000 personas. La icónica fachada que llevas admirando desde que llegaste fue diseñada por Maderno. Está decorada con trece estatuas colosales, son Cristo y sus doce apóstoles. La escalera de tres peldaños fue diseñada por Bernini, una vez más, y sobre la entrada puedes ver la Logia de las Bendiciones, desde la que se anuncia la elección del Papa. Te dejo un tiempo para admirar el interior. Fíjate bien en el suelo cuando estés dentro y verás estrellas que indican el lugar de los diferentes monumentos que la iglesia podría tener: ¡es impresionante! Así que sí, es hermosa y brillante, y eso puede chocar con el mensaje de sencillez de Jesús. Pero los 45 altares y 11 capillas de la basílica contienen tesoros artísticos de gran valor histórico y artístico. Por nombrar solo algunos, está el impresionante Baldaquino de San Pedro, tiene 30 metros de altura y es desde el que el Papa celebra misa. Bernini tardó 9 años en terminar esta obra maestra, realizada totalmente en bronce, con columnas retorcidas que recuerdan a las del templo de Salomón en Jerusalén. Se necesitó tanto bronce que incluso tuvieron que rescatar las estatuas del Panteón. El coro es otro elemento impresionante de la basílica. Está dominado por el púlpito de San Pedro, que, según la leyenda, fue la silla episcopal del apóstol Simón Pedro, primer obispo de Roma y primer Papa. Otro tesoro imprescindible de la basílica es la Piedad, indiscutiblemente es una obra maestra tallada en un solo bloque de mármol y única obra firmada por el joven Miguel Ángel. Y para rematar, por supuesto, ¡la cúpula! Es la más grande del mundo y un verdadero testimonio del ingenio humano. Merece la pena visitarla para conocer un poco más sobre sus maravillas arquitectónicas y, sobre todo, para disfrutar de las impresionantes vistas desde lo alto.