Una capital en color

Al igual que muchas ciudades nórdicas, Reikjavik tiene un clima que a menudo rima con gris y frío. Las apariciones del sol, y de hecho de la luz, se cuentan con los dedos de una mano en invierno.

Para no sucumbir al estado de ánimo del tiempo y la temporada, los islandeses han encontrado una manera imparable de devolver el brillo a su paisaje urbano. Es simple, estos pequeños astutos han apostado todo por el color de sus casas, hechas de chapa ondulada por cuestiones de aislamiento. ¡Y se puede decir que funciona!

Paseando por las calles, como en las que te encuentras actualmente, las coloridas viviendas florecen por todas partes. Rojo profundo, verde abeto, amarillo patito, azul cielo, rosa llamativo, no hay ninguna prohibición en cuanto a la elección del tono. Tanto para las fachadas como para los tejados. Se puede decir, nada se deja de lado y esto no impresiona a nadie aquí.

Algunos lugareños incluso van más allá cambiando sus paredes lisas por murales o dibujos, empujando cada vez más los límites de la originalidad. Durante el paseo, se tiene la impresión de encontrarse en un barrio gigante de casas de muñecas.

De cierta forma, esta práctica vibrante, lanzada a mediados del siglo XIX, es el reflejo del pueblo islandés. En invierno o verano, su estado de ánimo siempre es bueno. ¡Un gran ejemplo a seguir!