“Las Hijas del Rey”

La placa conmemorativa de la pared de la Casa Barbel recuerda la llegada de “las hijas del Rey” a Nueva Francia. Cuando Luis XIV subió al trono en 1661, todo parecía perdido en su colonia americana. Imagínate, ya vivían 80.000 personas en la parte británica de la Corona, mientras que en Nueva Francia, casi 130 años después de la llegada de Jacques Cartier, apenas había 3.000 almas repartidas en 460.000 km². El Consejo de Versalles llegó a aconsejarle que abandonara por completo este territorio de ultramar. Pero el rey decidió lo contrario y optó por un método completamente distinto. La colonia no se expandió, principalmente porque los colonos trabajaban en el comercio de pieles, por lo que eran corredores de bosque y comerciantes, no familias. Las únicas mujeres presentes eran monjas, así que la primera prioridad era traer mujeres a Nueva Francia. No era fácil convencer a las jóvenes de buena familia para que se embarcaran en una aventura hacia lo desconocido. Fue a Jean-Baptiste Colbert, el famoso ministro del Rey Sol, a quien se le ocurrió la idea de reclutar pretendientes en las instituciones benéficas del reino o procedentes de ambientes desfavorecidos, para casarlas con los colonos. Entre 1663 y 1673, se persuadió a mil mujeres para que partieran hacia estas tierras hostiles. La mayoría de ellas, según los historiadores, se presentaron voluntarias. A estas jóvenes, cuyo futuro en Francia era incierto, se les ofreció una dote inesperada y la rara oportunidad de empezar de nuevo, con la garantía de una tierra y un marido. Tras una travesía marítima de más de 2 meses, en condiciones espantosas, las que sobrevivieron fueron confiadas a las buenas hermanas, que les enseñaron artes domésticas. Como puedes imaginar, el plan funcionó a la perfección, y la natalidad se disparó, con una media de ocho hijos por pareja. Aunque las malas lenguas solían decir que estas jóvenes eran cortesanas de mala reputación, el pueblo de Quebec les rinde homenaje y las considera las madres de la nación.