El puente Carlos

Como nexo de unión entre la Ciudad Vieja y el barrio de Malá Strana, el Puente de Carlos es la estrella unánime de Praga. Sin pretensiones particulares, por supuesto. Este coloso de más de 500 metros de largo y 10 de ancho no se convirtió en paseo peatonal hasta 1974, y antes tenía 4 carriles de circulación. El camino que ahora recorres era transitado constantemente por carruajes tirados por caballos. Su construcción se remonta a 1357, cuando el rey Carlos IV, que le dio nombre, colocó la primera piedra. Una fecha muy meditada, tras la que se esconde una anécdota matemática bien elaborada. Siendo supersticioso por naturaleza, el monarca eligió el 9/07/1357 a las 5.31 h como fecha de inicio de la obra. Una secuencia de números que, una vez escrita empezando por el año, luego el día, el mes y la hora, puede leerse en ambas direcciones. El propósito de este esquema era dar más solidez al puente, sobre todo teniendo en cuenta que el anterior fue arrasado por las inundaciones. Es increíble lo que no se haría para que funcionara. Visualmente, la estructura de piedra está delimitada por dos grandes torres en cada extremo. La que acabas de pasar, de estilo gótico, marca la entrada a la Ciudad Vieja y fue antaño punto de paso obligado de todos los reyes en su procesión de coronación. En cuanto cruces el Puente de Carlos, pasarás bajo la mirada escrutadora de las 30 estatuas. Puedes confirmar que son treinta, ¿verdad? Construidas en el siglo XVII, algunas de ellas conservan su versión original en el Museo Nacional de Praga. La más famosa es la de San Juan Nepomuceno, situada en el centro de la obra. Al negarse a revelar al rey las confesiones de la reina, se dice que el religioso fue castigado arrojándolo al río. ¿Realidad o simple mito popular? Esa es y sigue siendo la cuestión. Y no te sorprendas si ves a los transeúntes colocando su mano izquierda en la base de la estatua. Cuenta la leyenda que pedir un deseo con este gesto hará que se haga realidad. Así que, ¡por qué no probar suerte!