Busto de Winston Churchill

Una figura regordeta, traje de tres piezas, bombín, puro en la boca e incluso los dedos extendidos en forma de V en señal de victoria: ése es más o menos el retrato que todos tenemos de Winston Churchill. Todos nosotros, excepto quizá František Bělský, el escultor checo autor de este busto de bronce. El artista inmortalizó al que sigue considerándose «el británico más grande de todos los tiempos», con una mirada franca en los ojos y las manos firmemente entrelazadas en las solapas de su chaqueta. Una estatura ligeramente firme y segura que refleja acertadamente la vida de este descendiente de una gran familia que brilló en muchos campos. Sus escritos le valieron el Premio Nobel de Literatura en 1953. Pero sobre todo el esfuerzo bélico, la oratoria y la política, que le llevaron al cargo de Primer Ministro en dos ocasiones: de 1940 a 1945 y de 1951 a 1955. De su excepcional carrera política, que abarcó casi 60 años, recordamos especialmente su compromiso con la Resistencia británica y con la seguridad de Europa frente al ascenso del nazismo en Alemania desde principios de los años treinta. Creyó en la Francia Libre de De Gaulle, pidió el apoyo de los Estados Unidos de Franklin D. Roosevelt y nunca dejó de agitar al pueblo británico con apasionados discursos en los que oímos frases como: «No tengo nada que ofrecer salvo sangre, trabajo, lágrimas y sudor […] Os diré: es hacer la guerra en el mar, en la tierra y en el aire, con todas nuestras fuerzas y con toda la fuerza que Dios pueda darnos». O «Determinación en la guerra, desafío en la pérdida, generosidad en la victoria, buena voluntad en la paz…», que puedes leer en checo en el pedestal que tienes delante. Inaugurada el 14 de julio de 1992, ante la mirada de los soldados checos que lucharon en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, la estatua es un bello homenaje a este influyente antiguo dirigente. Y señala, no lejos a tu derecha, la presencia de la Embajada Británica.