Trdelník y Compañía

En el mundo de la gastronomía, algunas naciones tienen una reputación que mantener. Pero entre la crème de la crème, la élite de la cocina, está claro que la cocina checa no es una de las más alabadas. Hay que decir que, fuera de las fronteras del país, no es la más extendida. En consecuencia, las oportunidades de probarla son muy, muy escasas. En un viaje a Praga, no podrías estar mejor servido para hacerle justicia. Y no hay peros que valgan. Variada y especialmente abundante, la cocina tradicional checa te llenará la barriga a rebosar. Sobre todo si eres de los que les gusta ir a por todas: entrante, plato principal, postre. Sin desvelarlo todo, aquí tienes una muestra de lo que encontrarás en tu plato durante una comida en un restaurante. La estrella de los entrantes es la Polévka, o sopa. Se come los 365 días del año y se presenta en todo tipo de variaciones: a base de patata, con col y tocino, ajo o cebolla, lentejas, callos e incluso caldo de carne. En resumen, las combinaciones son infinitas. En cuanto al plato principal, también hay mucho donde elegir. El Guláš, o Gulash en español, es un plato que sin duda aparecerá en todos los menús. Originaria de Hungría, esta receta ha sido reelaborada por los checos para crear una versión con menos verduras, pero no menos sabrosa. El resultado es simplemente carne en salsa, normalmente ternera, servida con Knedlíky, una especie de rebanada gruesa de pan cocida en agua, parecida a las albóndigas. Para una nota dulce y salada, lo ideal es elegir entre Svíčková na smetaně, un asado de ternera en salsa de nata, servido con arándanos, o Vepřo knedlo zelo, un trozo de cerdo con col dulce y nuestros famosos Knedlíky. ¿Y te gusta el pan rallado? A los checos les encantan. Tanto que rebozan con ellas la mayoría de los alimentos. Y no está nada mal. Por ejemplo, el Smažený sýr, un queso empanado que suelen servir con patatas fritas y salsa tártara. Es cierto que tiene muchas calorías, pero sería un error no probarlo. Para nuestros amantes del pescado, lo sentimos, pero la elección será más limitada. Eso sí, hemos dicho limitada, no inexistente. Lucios, carpas y otros peces de agua dulce se pescan en los estanques del sur de Bohemia para ser exhibidos en platos no carnívoros. Aunque tu estómago se llene rápidamente, una comida sin postre deja un sabor de asunto inacabado. Así que, tanto si te apetece un poco de dulce como si no, entre los postres checos está el Medovník, un popular pastel hecho con capas de bizcocho relleno de nata y miel, cubierto de nueces o avellanas trituradas. Algo más fácil de digerir, el Jablkový štrúdl es un plato clásico checo que quizá ya hayas comido sin saberlo. Sobre todo durante una estancia en Alsacia. Me refiero obviamente al strudel, una especie de empanadilla de pasta filo rellena de generosos trozos de manzana caramelizada, pasas sultanas, nueces y canela. Este clásico se revisita a veces con cerezas, bajo el nombre de strudel Kirsch. Y para terminar esta sección de postres, teníamos que decir unas palabras sobre el Trdelník, o pastel a la brocha. Este manjar, disputado entre Eslovaquia, Rumanía y Hungría, tiene desde hace varios años su mayor club de fans en Praga. Este placer gourmet tiene forma de tubo de masa de brioche, cocido al fuego sobre un cilindro, que tradicionalmente se recubre de azúcar, canela e incluso avellanas trituradas. Hoy en día, sin embargo, no es raro verlo servido con helado, Nutella, caramelo y otros dulces reconfortantes. Si te apetece probarlo, cerca hay vendedores ambulantes de Trdelník. Alternativamente, en Karlova 160/8, 110 00 Staré Město, el Good Food Coffee & Bakery sería una excelente referencia en esta zona. Pásate por allí y nos cuentas.