Basílica de San Patricio

Se trata de la Basílica de San Patricio, que como cabría esperar, tiene vínculos históricos con la comunidad irlandesa de la ciudad. En la década de 1830, Canadá fue testigo de una gran afluencia de inmigrantes irlandeses. En aquella época, Irlanda ya atravesaba grandes dificultades económicas. Entonces llegó la Gran Hambruna de 1845. Sus campos de patatas, su principal fuente de alimento, se pudrieron debido a una plaga devastadora. Mientras tanto, los terratenientes británicos continuaban exportando trigo y otros alimentos a Inglaterra, dejando a los irlandeses sin recursos. La ayuda del gobierno británico fue insuficiente, y muchos irlandeses se vieron obligados a abandonar sus hogares y familias, emprendiendo un viaje incierto hacia Canadá o América en busca de una vida mejor. Los irlandeses, en su mayoría católicos, buscaban también una tierra libre de tensiones religiosas, donde pudieran practicar su culto en paz, lejos de los conflictos con los protestantes. Así, el propio gobierno británico fomentó “la inmigración” a Canadá para impulsar sus colonias. Los que sobrevivieron a la travesía y a la cuarentena obligatoria pudieron establecerse en Canadá y dar una nueva vida a sus familias. En Montreal, el número de fieles llegó a ser tan grande que decidieron construir su propia iglesia. Compraron un terreno, no en el ultracentro como hoy, sino en las afueras de la ciudad, y comenzaron las obras del edificio neogótico que hoy tienes ante ti. La primera misa se celebró el día de San Patricio, el 17 de marzo de 1847, y de ahí su nombre. La iglesia fue incluso elevada al rango de Basílica Menor por el Papa Juan Pablo II y ha sido designada Lugar Histórico Nacional de Canadá.