Halles Laissac

Los grandes monumentos cuentan la historia de una ciudad. Pero los mercados… ellos nos cuentan la de toda una región. Y en Montpellier, encrucijada mediterránea del gusto, comer bien es casi un arte. Todo empieza por saber elegir los mejores productos, directamente de los productores locales. Como aquí, en el emblemático mercado Laissac. Este templo gastronómico y el barrio que lo rodea están unidos desde hace más de 140 años, no sin altibajos. Ya en 1850, los vecinos pedían la creación de un nuevo mercado, con una petición formal al Ayuntamiento. Aunque la falta de fondos retrasó el proyecto, finalmente se aprobó en 1876. El alcalde Alexandre Laissac fue quien inauguró el primer mercado cubierto, de hierro y fundición, el 26 de enero de 1880.

Casi un siglo después, el edificio se consideraba anticuado y fue demolido. En su lugar se construyó en los años 60 una estructura circular con un aparcamiento de 300 plazas. Pero el nuevo mercado, sin ningún encanto, fue duramente criticado por los vecinos, que no dudaron en llamarlo “la verruga arquitectónica”. Acabó siendo demolido en 2016.

Tras tres años de obras, el mercado Laissac renació en 2018. Más luminoso, más moderno, y con un diseño de hierro y vidrio inspirado en Baltard, retoma el espíritu de los mercados tradicionales. Hoy cuenta con 24 puestos —antes eran 17—, donde cada día se ofrece lo mejor de la producción local, con una obsesión compartida: la calidad.

Bajo su techo, decorado con una colorida obra de Mona Young-Eun KIM, exalumna coreana de Bellas Artes, todo invita al disfrute: sabores, acentos del sur, platos generosos y ambiente de barrio. El mercado Laissac nos devuelve al corazón mismo del Mediterráneo.