Catedral de San Pedro
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¡Cuidado con la tortícolis! Porque descubrir la catedral de San Pedro de Montpellier puede dejarte con la boca abierta… y el cuello algo forzado. Muy distinta de las catedrales que solemos ver en Francia, esta imponente construcción domina las callejuelas del Écusson. Y sí, su aspecto austero y monumental esconde una historia fascinante.Todo empezó en 1364, cuando el papa Urbano V —que había estudiado derecho canónico en Montpellier— impulsó la construcción de una abadía con escuela monástica.
Pero un par de siglos más tarde, en 1536, Montpellier se había vuelto tan próspera que el arzobispado de Maguelone decidió trasladar su sede a la ciudad. Para reforzar la autoridad católica en el corazón del Languedoc, el monasterio se transformó en palacio episcopal… y su iglesia, en catedral. El problema es que, en paralelo, Montpellier se convertía en bastión protestante. Estallaron entonces las guerras de religión, y las tensiones se intensificaron. Para resistir, la Iglesia católica convirtió su catedral en una auténtica fortaleza: torres defensivas, matacanes, almenas y un porche macizo. Por eso aún hoy algunos la llaman “el fuerte de San Pedro”.
Pese a esta protección, el edificio sufrió saqueos e incendios, sobre todo en 1561 y 1567. Si te fijas bien, aún se ven impactos de bala en la torre campanario izquierda. Tras el asedio de 1622, Montpellier volvió oficialmente al catolicismo, y la catedral fue reconstruida por orden de Luis XIII. Más tarde, la Revolución Francesa volvió a dejar huella, y hubo que esperar al siglo XIX para ver una restauración completa, con nuevas capillas y un elegante tejado de tejas vidriadas.
Clasificada como monumento histórico desde 1906, la catedral de San Pedro es hoy la iglesia más grande de toda la antigua región de Languedoc-Rosellón. En su interior, no te pierdas el gran cuadro de Sébastien Bourdon, La caída de Simón el Mago, ni el órgano monumental de 1776, con 5000 tubos, aunque solo 140 sean visibles.
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