Plaza de toros de Plumaçon

Al final de la calle del Général Lasserre, que se encuentra a pocos metros de ti, encontrarás uno de los edificios más importantes de Mont-de-Marsan. La plaza de toros de Plumaçon. Debido a su ubicación apartada, no podrás verla tranquilamente, pero pensamos que deberías saber que la tauromaquia, tradición esencial en la identidad del Suroeste, es uno de los orgullos y alegrías de Mont-de-Marsan. Símbolo más que nunca de la notoriedad de la ciudad, el mundo de los toros pisó por primera vez estas tierras hace algunos años. Si nos remontamos al siglo XVII, los vecinos ya podían asistir a corridas de toros, organizadas por un arrendatario de la ciudad y otro del pueblo, elegidos previamente por los jóvenes de la zona. Aunque la práctica se consideró peligrosa y se prohibió, las corridas continuaron. El rey Luis XV, consciente de esta tendencia, exigió que Mont-de-Marsan y sus ciudades vecinas construyeran cada una un circo sólido para acoger este tipo de reuniones con menos riesgos. Primero construida de madera en la plaza Saint-Roch en el siglo XVII, la primera estructura se convirtió en humo a causa de un incendio. De ahí surgió la idea de construir otra estructura más robusta y menos vulnerable, que se convertiría en la plaza de toros de Plumaçon. Inaugurada en 1889, en el sitio de unos antiguos viñedos, el edificio ha adquirido desde entonces un gran protagonismo en el corazón de la población local. Tras su ampliación en 1933, hoy puede acoger a 7.100 espectadores, frente a los 4.000 de antes. Una transformación más que útil, dada la reputación de las diversas corridas de toros que se celebran entre estos muros durante las famosas fiestas de la Madeleine. La plaza de toros de Plumaçon, galardonado con el sello “Patrimonio del siglo XX”, sigue emocionando a los habitantes de Mont-de-Marsan.