El Duomo

¡Seguro estás asombrado, y no es para menos! Te encuentras frente a una de las catedrales más grandes y más altas del mundo. Solo dos la superan en tamaño: la basílica de San Pedro, en Roma, y la catedral de Santa María de la Sede, en Sevilla. Una obra que empezó a finales del siglo XIV y que tardó… ¡cinco siglos en completarse! Una eternidad, incluso para una catedral y para la época.

Hasta Napoleón aportó tres millones para su construcción, ya que quería ser coronado rey de Italia en el Duomo de Milán. Esta catedral de estilo gótico flamígero, hecha enteramente de mármol blanco, es sencillamente impresionante, capaz de hacer que cualquier otra parezca una simple iglesia de pueblo. También la llaman el “erizo de mármol” por sus 135 agujas que se alzan hacia el cielo. En la más alta, a 108 metros, se encuentra la Madonnina, la Pequeña Virgen, que vela por la ciudad desde 1774.

El Duomo de Milán es imponente y merece una visita a fondo. Su fachada está adornada con 2.300 estatuas, formando una extraordinaria galería de arte al aire libre. La catedral tiene cinco naves repletas de tesoros históricos, y las 52 columnas que la sostienen representan las 52 semanas del año.

La entrada es gratuita, aunque algunas zonas requieren pago, como el baptisterio, la cripta y la sala del tesoro. Subir a las terrazas también es de pago, pero la vista de la ciudad, con un mar de encajes de piedra en primer plano, es inolvidable. El Duomo está dedicado a la Natividad de María y es la sede del arzobispado de la ciudad. Reconocido como bien cultural italiano, forma parte del patrimonio más emblemático tanto de Italia como de Europa. Es, sin duda, la guinda del pastel de tu visita a Milán, así que tómate tu tiempo para disfrutarlo.