César Augusto

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Ya que solo hablamos de él, pues fundó la ciudad romana que dio origen a Mérida, y que tienes su estatua delante, te sugiero que conozcas un poco mejor a nuestro amigo Augusto. Lo primero que hay que recordar de él es que fue simplemente el primer emperador romano. ¿Y Julio César? Pues no, Julio construyó un imperio, e incluso recibió el engañoso título de emperador, pero fue general, luego dictador, pero no emperador. En primer lugar, antes de todo esto de los emperadores, Roma era una República. Y sí, no inventamos nada. El poder estaba en manos de una élite, el Senado, que controlaba a los magistrados, elegidos a su vez por la asamblea de ciudadanos. Cada año se eligen 2 cónsules para gobernar todo esto, y en caso de crisis, se puede incluso elegir un dictador durante 6 meses, que tendrá entonces todos los poderes. Pero no durará. La República fracasó varias veces con senadores como César y Pompeyo, que realizaron grandes conquistas y se enriquecieron enormemente. Ambos arrastraron al imperio a una guerra civil que terminó con el asesinato de César. Entonces podríamos haber vuelto a la República como si nada hubiera pasado, pero aquí Augusto, que entonces se llamaba Cayo Octavio, se convirtió en hijo adoptivo de César en el año 44 a.C., ya que César lo adoptó en su testamento, por lo que fue Augusto quien se convertiría en el primer emperador del gran Imperio Romano. Se alió con Marco Antonio, general y amigo de César, y con Lépido, que lideraba la religión romana, para vengar a su tío y matar a los aliados de los asesinos de César. Los tres hombres compartieron el poder en Roma antes de caer en desgracia y tomar caminos separados. Lépido huye y Marco Antonio se marcha con Cleopatra. Estoy resumiendo años de historia, pero tampoco tenemos todo el día. Básicamente, la actitud de Marco Antonio es vista como una ofensa por Octavio, que le declara la guerra, lo que termina como la batalla de Actium en el 31 a.C., en la que Marco Antonio y Cleopatra se suicidan. Como resultado, solo Octavio permaneció en Roma. Gran vencedor, fue colmado de gloria por el Senado, que le concedió varios títulos, entre ellos el de Emperador y el de Augusto, que significa “el elegido de los dioses”. Sobre todo, el Senado le otorgó plenos poderes. A partir de ese momento, el pueblo empezó a venerar a los emperadores. Durante su reinado, amplió y organizó considerablemente las provincias romanas. Introdujo toda una serie de reformas, profesionalizando el ejército, gestionando el suministro de trigo a Roma, reforzando los lazos matrimoniales y fomentando la natalidad. También emprendió una gran campaña de urbanización y embellecimiento de las ciudades del Imperio. A él se le deben muchos de los restos romanos que hoy conocemos. Hasta aquí Augusto. Te dejo con sus últimas palabras: “Encontré Roma como una ciudad de barro y la dejé como una ciudad de mármol”.

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