Teatro Princesa

Al salir de los Jardines del Parlamento, la opulencia de la fachada del hermoso Teatro Princesa (al otro lado de la calle), te atrae casi sin querer. Es uno de los edificios más espectaculares de la ciudad y un recuerdo de su riqueza durante la fiebre del oro. Inaugurado en 1854, es el local de espectáculos más antiguo que sigue en pie en Australia. Las entradas para el legendario auditorio de 1.470 localidades se agotaban con regularidad. Se reconstruyó en 1886, siguiendo los planos del famoso arquitecto de Melbourne William Pitt, responsable de los principales edificios comerciales de la época victoriana. El nuevo diseño seguía la exuberancia del Segundo Imperio y cautivó al público. El Teatro Princesa estaba a la vanguardia de la modernidad, con un techo retráctil (el primero de su clase) e iluminación eléctrica del escenario. La belleza del teatro fue aclamada por los críticos, que lo consideraron a la altura de la Ópera de París. Quizá el aspecto más intrigante del teatro sea la historia de su fantasma. Muchos afirman haberlo visto. Me explico. La noche del 3 de marzo de 1888, el barítono Frédéric Federici cantó el papel de Méphistophélès en la ópera Fausto de Charles Gounod. Hasta ahí todo bien. La última escena terminó con su personaje regresando al infierno de forma espectacular. Luego el artista atravesó una trampilla del escenario y desapareció. Lamentablemente, el hombre de sólo 37 años, murió de un infarto fulminante. Sin embargo, los demás actores afirmaron que su compañero había vuelto al escenario para saludar al público, aunque el médico le había declarado muerto antes de que terminara la función. Desde entonces, varios miembros del personal del teatro han afirmado haber visto su fantasma merodeando por la ópera. Una verdadera alma de artista que no se atreve a dejar su obra inacabada, o una simple alucinación colectiva, ¡tú decides! En cualquier caso, desde hace muchos años, cada noche de estreno queda libre una butaca en su honor.