Paseo del Parque

Tanto si se pasa por primera vez como si se recorre a diario, el Paseo del Parque desprende un cierto encanto por derecho propio. De hecho, en tu primer paseo por Málaga, descubriendo la ciudad, es muy posible que desembarques en el Paseo del Parque. Te sentirás irremediablemente atraído hacia él, como un imán se siente atraído por el metal gracias a su campo magnético. Es para demostrarte hasta qué punto el aura del lugar es eléctrica. Eres el imán y el entorno que compone el Paseo del Parque es el metal. Pero detengámonos en este maravilloso paseo urbano, por favor. Con una extensión de 700 u 800 metros, el lugar te sumerge en un teatro de vegetación compuesto por árboles tropicales, palmeras esbeltas y flores donde suena el dulce canto de los pájaros. A propósito, seguro que alguna vez has escuchado, o visto al menos una vez, uno de los muchos “periquitos monje” que pueblan Málaga y otras grandes ciudades españolas, como Barcelona y Madrid. Reconocible por su plumaje, verde manzana y gris ratón a nivel de la garganta, este ave de jaula llegó de Sudamérica hace algunos años. Muy adaptables al terreno y al clima, hoy en día son toda una colonia que vive en la ciudad española, con nidos que pueden pesar hasta 50 kilos. Sin duda, pasear por Málaga cobra un aire totalmente diferente con esta fauna y flora casi omnipresente. Pero hay toda una historia alrededor del paseo del Parque. Permítenos contártela. Hace mucho tiempo, las olas del mar, a veces furiosas, llegaban hasta el mercado central y ganaban cada vez más terreno. Tanto es así que se emprendió un proyecto de ampliación del puerto en el año 1876. Este proyecto pretendía construir al menos dos muelles y para ello era necesario llevar al menos 150 metros de terreno  hasta el mar. De ahí nació el parque, después de casi 20 años de rellenar la zona, en 1899. Sin embargo, la dirección encargada de las obras estaba lejos de sospechar que el Paseo del Parque se convertiría en un lugar tan frecuentado y apreciado por los visitantes.