Catedral Notre-Dame

Estás frente a la hermosa Notre-Dame de Laon. Encargada por el obispo Gauthier de Mortagne, fue uno de los primeros grandes edificios góticos de Francia, antes que Notre-Dame de París. La catedral actual se construyó entre finales del siglo XII y principios del XIII. Pero antes ya existía aquí la primera catedral, consagrada en el año 800 en presencia del mismísimo Carlomagno. Pues figurate, el mayor emperador carolingio tenía raíces de Lannois. Su madre, Bertrade de Laon (la de los pies grandes) era una niña del lugar y se dice que el gran Carlomagno fue concebido aquí, aunque nació en Aix de la Chapelle. En la época carolingia, Laon estaba en la cima de su prosperidad, y en el siglo X era la capital de los reyes carolingios. En el siglo XI, se construyó una nueva iglesia románica, que fue incendiada durante la insurrección de la ciudad. En 1155 se inició la construcción de una gran catedral para la diócesis de Laon, formada a partir de una fracción de la diócesis de Reims. Los primeros planos preveían que la catedral tuviera siete torres. En realidad, tenía cinco, una de las cuales estaba rematada por un campanario. No lo busques, fue arrasado durante la Revolución. Fue, sin duda, una catedral importante en su época. El rey de los francos, Luis IV de Ultramar, incluso fue coronado aquí. No dudes en echar un vistazo a su interior. Su elevación sobre 4 niveles le confiere una increíble impresión de grandeza y ligereza. En el crucero del transepto, verás la torre de la linterna que, como su nombre indica, ilumina el interior de la catedral con luz natural. Es bastante rara en Francia. Se puede encontrar en Normandía, pero por lo demás es más bien una técnica del gótico inglés. Si quieres ir más allá en el descubrimiento de la catedral, o más bien ir más lejos en tu visita, puedes conseguir una entrada que te dará acceso a los balcones de la catedral, desde donde podrás ver de cerca los magníficos detalles de las esculturas. Incluidos los famosos bueyes de las torres. ¿Puedes verlos desde donde estás? Puedes verlos en las últimas elevaciones de las torres, con sus cuernos perfilándose contra el cielo y sus cabezas vueltas hacia ti como si estuvieran vigilando la ciudad desde una altura de 56 metros. Es un homenaje al trabajo de los bueyes que llevaban las piedras a la obra en lo alto de la colina. Esa es la versión oficial. Pero si prefieres las leyendas, lo que se cuenta es que un día, durante la restauración de la iglesia tras la revuelta de Pascua de 1112, un buey que tiraba de un carro demasiado pesado para él cayó muerto. Los habitantes, preocupados, gritaron: la maldición. Pero de repente, de la nada, apareció un majestuoso buey blanco, que sustituyó a su colega al frente del carro y siguió su camino, llevando las piedras a su destino. Los felices lugareños quisieron dar las gracias al animal, ¡pero había desaparecido igual que había llegado! Así que, para honrarlo como es debido, se erigieron 8 estatuas de bueyes en lo alto de las torres.