Iglesia de Santo Domingo

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Aquí se halla, por un lado, la hermosa casa conocida como Torre Hermosa y, por otro, la iglesia de Santo Domingo. La casa, ahora dividida en dos, fue en el siglo XVI la residencia del conquistador Diego de Mesa. Se trataba de un personaje bastante importante, ya que fue a él a quien se encomendó la tarea de repartir las tierras recién adquiridas al final de la Conquista. Así que es fácil entender por qué tenía una hermosa casa. La iglesia de Santo Domingo, por su parte, pertenecía en el siglo XVII a los frailes dominicos, que formaban una orden muy importante en la España de la época y que creían que la pobreza les acercaba a Dios. Si te fijas bien en la fachada, verás el escudo de los dominicos, que representa a un perro que lleva una antorcha, símbolo de la fe que ilumina el mundo. La iglesia contiene muchos tesoros del patrimonio canario, como pinturas que representan el entierro de Santo Domingo y la Virgen de la Candelaria, así como magníficos artesonados mudéjares, todos diferentes porque las capillas laterales fueron construidas por distintas familias antes de fusionarse. Tras la restauración de la iglesia en la década de 1980, se descubrieron túneles, criptas y numerosos huesos. Este hallazgo dio lugar a leyendas de que los cinco conventos que existían entonces en La Orotava estaban unidos por pasadizos subterráneos, y que allí se desarrollaba todo un mundo desconocido para el gran público. Sea como fuere, su campanario, silueteado contra el azul cielo canario, junto con el de la Iglesia de la Concepción, forma la silueta emblemática de La Orotava. Justo al lado de la iglesia, en lo que fue el convento de los frailes dominicos, se encuentra la entrada al interesante Museo de Artesanía Iberoamericana. En su día, el convento fue un reputado centro de enseñanza. Uno de sus alumnos más célebres, Agustín de Betancourt, fue el primero en España en pilotar un globo aerostático. Este célebre inventor, amigo del zar Alejandro I, trabajó duro y contribuyó a la modernización de Rusia, donde aún hoy es venerado. Cuando el convento fue confiscado por España en 1836, pasó a ser propiedad pública y se utilizó como escuela, prisión y, posteriormente, ciudadela. Las ciudadelas eran grandes edificios en los que vivían pequeñas comunidades de ciudadanos de entornos desfavorecidos. El edificio, declarado inseguro e insalubre a finales del siglo XX, fue finalmente renovado antes de convertirse en la sede del museo. ¡No dudes en visitarlo!

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