Fragua Martiana

Antes de que La Habana prosperara y ampliara sus límites a principios del siglo XIX, aquí se encontraban las canteras de San Lázaro. Era una de las zonas de la ciudad donde se enviaba a los presos políticos a realizar trabajos forzados. Y tal fue el caso de José Martí, filósofo, pensador, político y apóstol de la lucha por la independencia de Cuba. Fue muy joven, en los bancos de la escuela, cuando nuestro querido Martí descubrió la militancia revolucionaria. Niño prometedor, fundó su primer periódico anticolonial, La Patria Libre, en 1858, con sólo 15 años. Pero los temores de su madre se confirmaron: por su talento como escritor y poeta, el adolescente corría peligro. Acusado de traición tras burlarse de los «voluntarios» que querían alistarse en el ejército español, José Martí fue detenido y condenado a seis años de prisión antes de verse obligado a exiliarse. Hoy, y desde 1952, el museo Fragua Martiana, declarado monumento nacional en 1996, conmemora este doloroso episodio. Se exponen algunos de los efectos personales del heroico cubano. Por ejemplo, su escritorio, uno de sus revólveres, un fragmento de su ataúd, una muestra de la chaqueta que llevaba cuando murió en combate, su certificado de matrimonio, etc. Y no olvidemos esta conmovedora estatua a tamaño natural del artista José Villa Soberón, que representa al joven Martí con su uniforme de presidiario, el número 113, entre grilletes. Es una reproducción fiel de la única foto que el condenado envió a su madre durante aquel cruel periodo. La que más tarde diría: «Dolor infinito debe ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito, porque el dolor de la prisión es el más duro, el más devastador, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y la deja atrás.»