¿Tienes más tiempo en Guerande?
Las salinas de Guérande
Un lugar imprescindible por excelencia. Modeladas desde la Edad Media, estas salinas ofrecen un espectáculo impresionante de estanques con reflejos cambiantes. Al recorrer los senderos, se descubre el trabajo de los salineros, que mantienen vivo un saber hacer ancestral para recolectar la famosa sal de Guérande. Al atardecer, los colores reflejados en el agua crean un escenario mágico.
La Brière
A pocos kilómetros de Guérande se extiende el Parque Natural Regional de Brière, un vasto humedal salvaje surcado por canales. Puede explorarse en chaland, una barca tradicional de fondo plano, y dejarse llevar por la calma del paisaje. Las casas con techo de paja, los cañaverales y la abundante fauna lo convierten en un destino ideal para los amantes de la naturaleza.
Le Croisic
Antiguo puerto pesquero, Le Croisic ha conservado todo su encanto con sus casas de entramado de madera a lo largo de los muelles y sus callejuelas adoquinadas. Su costa rocosa, conocida como la “costa salvaje”, atrae a los caminantes en busca de panoramas marinos espectaculares. El Océarium es una visita imprescindible para descubrir tiburones, medusas y otros habitantes de los mares del mundo.
La Baule
Con su playa de arena fina de nueve kilómetros, La Baule es una de las estaciones balnearias más famosas de Francia. Las villas Belle Époque, escondidas entre los pinos, son testimonio de su elegante pasado. El paseo marítimo, los cafés animados y las numerosas actividades náuticas la convierten en un destino tanto chic como familiar.
Le Pouliguen
Vecina de La Baule, Le Pouliguen ha conservado un ambiente más íntimo. Su puerto, sus mercados animados y sus heladerías famosas son paradas obligatorias. El paseo de la costa salvaje, que une Le Pouliguen con Le Croisic, es uno de los más bellos del litoral y ofrece vistas impresionantes del océano.
Piriac-sur-Mer
Incluido entre las “Pequeñas Ciudades con Carácter”, Piriac cautiva con sus casas de granito, contraventanas de colores y calles adornadas con malvarrosas. El pueblo conserva una autenticidad que recuerda a los puertos bretones. Los senderos costeros conducen a calas salvajes y ofrecen magníficas vistas del Atlántico.
Batz-sur-Mer
Entre salinas y playas, Batz-sur-Mer es un pueblo cargado de historia. Su iglesia fortificada, la torre de Saint-Guénolé, domina el paisaje y ofrece una vista panorámica excepcional. El Museo de las Salinas permite comprender mejor la vida de los salineros y la importancia de la sal en la región.
Saint-Nazaire
Ciudad portuaria e industrial, Saint-Nazaire está volcada hacia el mar. Se pueden visitar sus inmensos astilleros, donde nacen algunos de los transatlánticos más grandes del mundo, o subir al Espadon, un antiguo submarino abierto al público. La ciudad también ha sabido revalorizar su paseo marítimo, ideal para caminar frente al Atlántico.
La Turballe
Es un puerto pesquero animado, conocido por sus coloridos arrastreros y su mercado de pescado. La Turballe también cuenta con una inmensa playa de arena que se extiende a lo largo de varios kilómetros, perfecta para el baño y los deportes náuticos. Más al norte, la costa rocosa se vuelve más salvaje y atrae a los senderistas.
Mesquer – Quimiac
Este rincón tranquilo de la península combina pequeñas playas, calas discretas y amplios marismas. Es un lugar perfecto para disfrutar de un entorno más íntimo y preservado, lejos de las estaciones balnearias más concurridas. Los amantes del marisco apreciarán especialmente las ostras y mejillones cultivados en los alrededores.
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