Jardin de Ville

Acabas de entrar en el Jardin de Ville, una pequeña dosis de naturaleza en pleno centro de la ciudad. Es un ejemplo típico de jardín francés clásico, compuesto por un lado de bosque, donde se encuentran plátanos, castaños y tilos, y por el otro, de rosaledas, palmeras y naranjos. Antes del siglo XVII, aquí teníamos lo que entonces se llamaba el prado de la tesorería. Servía como espacio para albergar ferias que se transformaba en jardín cuando venían invitados ilustres, como Catherine de Médicis, quien paseó por aquí durante su visita a Grenoble. Fue el duque de Lesdiguière, cuya casa daba al parque, quien ordenó la costosa transformación de este extenso prado en un jardín privado. De echo notarás un poco más adelante a la derecha una estatua de Hércules en un pedestal en el corazón del cuadrado botánico. Esta es la gloriosa representación del famoso Lesdiguières, enfrentándose a su antigua casa, actualmente ocupada por la Maison de l’International y la biblioteca pública. En 1719, Grenoble adquirió los jardines y el antiguo palacio del duque para instalar el Ayuntamiento. En esa época, los jardines estaban abiertos a ciertas personas distinguidas, y el lugar aún no era realmente público. Hubo que esperar hasta que lo fue en 1867. Hoy en día, el “Jardin de Ville” es uno de los jardines más antiguos de Grenoble y es muy visitado por su proximidad al teleférico, el Hotel Lesdiguières, o el apartamento Gagnon. Alli se encuentra el museo Stendhal, que les recomiendo visitar si desean descubrir la vida y obra del escritor más famoso de Grenoble. A propósito, aprovecho para cerrar el debate sobre la pronunciación de su seudónimo. Todos lo han escuchado de manera diferente según la elección de su profesor de literatura de la época. El autor se llamaba de hecho Henry Beyle. Eligió su seudónimo en relación con una ciudad alemana, cerca de la cual vivió una gran pasión con su compañera de la época. Añadió una “H” y deseó que se pronunciara Standal para que rimara con escándalo. Incluso les escribía a sus amigos que los iba a standalizar, jugando así con las palabras. Respetemos entonces su deseo y, si tienes ganas, puedes ir a visitar la casa donde creció. ¡Además, es gratis!