El Castillo de Dublín

Joya del centro de la ciudad, el Castillo de Dublín representa por sí solo una parte importante de la historia de Dublín. Construido en 1204 sobre un antiguo fuerte vikingo por el rey Juan I de Inglaterra, este antiguo edificio fue durante siglos la sede del poder inglés en Irlanda. Allí vivía el virrey de Irlanda, representante de la corona británica. Como ves, este castillo fue construido como símbolo de la dominación británica sobre Irlanda. Los períodos de guerra, las luchas de poder y los incendios han hecho que el exterior del monumento no tenga mucho que ver con el de la época. La arquitectura actual del sitio es una sabia mezcla de la estructura medieval original, con el foso y las murallas, salpicada de estilo gótico con la capilla real, así como del estilo georgiano, que se encuentra en los apartamentos estatales, de geometría perfecta. Por suerte, el interior, una vez habitado por la familia real, pudo conservarse mejor. Sede del poder británico de 1171 a 1922, el castillo de Dublín también sirvió como Parlamento, tribunal de justicia y cuartel militar. Al final de la guerra de independencia irlandesa, el gobierno inglés se retiró del castillo, que hasta la fecha sigue siendo un importante lugar de ceremonias, como durante la investidura del Presidente. También fue en el castillo de Dublín donde se robaron las joyas de la corona irlandesa, utilizadas para las ceremonias de la Orden de San Patricio. Se trataba, entre otras cosas, de una cruz con incrustaciones de diamantes y una estrella adornada con piedras preciosas, celosamente conservadas en la caja fuerte de los apartamentos privados del guardián de las joyas: Sir Arthur Vicars. Esta anécdota de 1907 es una de las más cautivadoras y misteriosas de la historia de Irlanda, ya que, hasta la fecha, no se ha resuelto. Las joyas nunca fueron encontradas, y el caso sigue siendo un misterio. Circulan varias teorías al respecto. Algunos dicen que se vendieron para financiar el movimiento independentista irlandés, otros piensan que fue un golpe interno, para desestabilizar el poder establecido. Una cosa es segura, el castillo de Dublín sabe guardar sus secretos. Desde finales del siglo XX, se ofrece una visita guiada, que tiene un costo, para conocer más al que mejor encarna la memoria colectiva del país.