Abadía de San Cornelius

Ce point d’intérêt est disponible en audio dans le circuit: Visitar Compiègne, En el corazón de la historia
Llegarás frente a la entrada del Museo del Claustro. Se encuentra en la Abadía de San Cornelius y cuenta su historia, cuna de la ciudad de Compiègne. Merece un museo porque su historia es tan larga como rica. Comenzó en el año 877, cuando el emperador Carlos el Calvo decidió fundar una abadía que pudiera rivalizar con la capilla de Carlomagno en Aquisgrán, que fue lugar de coronaciones durante 600 años. Por cierto, como apunte, Carlos el Calvo no es conocido por su calvicie prematura, sino porque se afeitó la cabeza en señal de sumisión a la iglesia, en una época en que era costumbre que los reyes llevaran el pelo largo. Sin embargo, la apuesta de Carlos dio resultado, pues la abadía fue consagrada por el Papa, varios carolingios fueron coronados o enterrados entre sus muros, y Hugues Capet fue reconocido como rey en la abadía. Toda una lista de logros. Inicialmente llamada abadía de Santa María, adoptó su nombre actual cuando recibió las reliquias de San Cornelius, un papa mártir. A lo largo de los siglos, la abadía creció considerablemente en riqueza y poder. Muchos peregrinos acudían a la abadía por sus preciosas reliquias, en particular la Sábana Santa. Para los cristianos, la Sábana Santa es la tela que cubrió el rostro de Cristo, o el sudario utilizado para envolver su cuerpo tras su muerte. Hay varios lugares que afirman albergar esta reliquia, que la Iglesia no siempre ha reconocido como auténtica. El más conocido es el deTurín, pero en el caso del Sudario de Compiègne. La historia cuenta que el lino procedía de Aquisgrán y que fue Carlomagno quien lo adquirió y lo regaló en el año 877 a la nueva colegiata fundada por Carlos el Calvo. El culto a la Sábana Santa fue muy importante en la Edad Media, sobre todo durante la Feria de Cuaresma, cuando se mostraba a las multitudes. Aunque la abadía tuvo que soportar algunos siglos complicados, durante los cuales los monjes entraron a menudo en conflicto con los señores locales, se mantuvo firme y era rica y famosa en la época de la Revolución Francesa, casi mil años después. Fue saqueada y profanada, los restos de los reyes fueron esparcidos y sus estatuas quemadas. Después se abandonó el lugar. Lo poco que quedaba fue bombardeado por los alemanes en 1940. Hoy sólo queda el claustro, construido en época gótica y restaurado a su estado original con su decoración y ornamentación policromada del siglo XIV. Puedes visitar el museo por un módico precio, o simplemente disfrutar de un café o de una visita a la biblioteca municipal, que alberga en su precioso fondo numerosas obras que han escapado a las vicisitudes de la historia.

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