Catedral de Nuestra Señora de la Asunción

Verdadero emblema de la ciudad, esta catedral, conocida como la “Catedral de los carboneros”, tardó más de siete siglos en ser construida. Vestida toda de negro, se construyó a partir del siglo XIII en el lugar de la antigua catedral románica que había estado allí durante varios siglos. Muestra un estilo gótico del norte, inspirado en la Sainte-Chapelle de París. Fue el arquitecto Jean Deschamps quien se encargó de la construcción, por voluntad del obispo Hugues de la Tour, que decidió en 1248 la construcción de una nueva catedral en la ciudad después de la invasión de los normandos. Se construyó con piedras de Volvic, una piedra volcánica que le confiere su sorprendente color oscuro. De hecho, es la única gran catedral compuesta por esta roca tan particular. Durante la Revolución, la catedral se vio gravemente afectada y tuvo que someterse a numerosas restauraciones para devolverle su forma. Fue al final del siglo XIX cuando Viollet-le-Duc, el famoso arquitecto a quien debemos las restauraciones de Notre-Dame de París o la Ciudad de Carcasona, le añadió una fachada neogótica coronada por dos agujas que le confieren su grandeza y esplendor actuales. En el interior, se encuentra una de las más bellas colecciones de vidrieras medievales de Francia, así como pinturas murales que datan del siglo XII al XV y sarcófagos de mármol de los siglos IV y V. Te invito a entrar para descubrir su hermosa decoración. Y antes de girar a la izquierda para continuar tu recorrido, te aconsejo que avances unos metros a la derecha. Te encontrarás con la pequeña plaza Edmond Lemaigre, en cuyo centro está escrito: “Aquí se levantaba la casa de Pascal”. De hecho, es el lugar exacto donde se encontraba la casa natal del matemático Blaise Pascal, destruida en 1900 para dejar espacio alrededor de la catedral. ¡Un bello homenaje, junto a este monumento emblemático de la ciudad!