La guerra en la montaña

Este monumento a los muertos, llora a los chamoniardos muertos por Francia y se encuentra sobriamente instalado en la plaza del Poilu, “peludo”en español, apodo que se les daba a los soldados. Inaugurado en 1921 para los soldados desaparecidos durante la Primera Guerra Mundial, el monumento conmemora hoy también los de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Argelia. Puedes pensar que valles tan recónditos como Chamonix pueden salvarse ligeramente de la intensidad de la guerra, pero por el contrario, las fronteras naturales formadas por las montañas son zonas estratégicas, y se defienden en condiciones especialmente difíciles. Fue durante los combates que condujeron a la unificación de Italia, en el siglo XIX, que Francia comenzó a entrenar tropas especializadas en combate de montaña. Estos primeros batallones son los antepasados de los cazadores alpinos, apodados los “Diablos Azules”. Estos soldados extremos están entrenados para luchar en entornos montañosos en condiciones climáticas adversas y pasan por un riguroso entrenamiento que incluye certificados de montañismo y esquí militar. Durante la Primera Guerra Mundial, el frente alpino entre Italia y Austria fue apodado la Guerra Blanca, ya que la nieve era abundante. Los combates se desarrollaban a altitudes comprendidas entre los 2000 y los 3000 metros, donde los peligros naturales se sumaban a las amenazas enemigas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la montaña, siempre en el centro de los conflictos, también se convirtió en un refugio y una salvación. Los habitantes de Chamonix que se unieron a la Resistencia guiaron a judíos o a miembros de la resistencia a través de los pasos montañosos para pasar a Suiza. Algunos salvaron vidas, otros dejaron la suya. Este “poilu” de bronce, inmóvil sobre su base de granito, nos recuerda no solo el sacrificio supremo de los soldados caídos en combate, sino también la historia singular de este valle alpino donde la montaña pudo ser a la vez un terreno de guerra y un camino de libertad.