La estatua de Jan Van Eyck

Desde lo alto de sus 3,75 metros, la estatua de Jan Van Eyck domina con orgullo la plaza, o lo que antes podía parecerse al “Manhattan” de la Brujas borgoñona.

Este hombre de bronce, muy conocido, es en resumen un maestro de renombre mundial, en la historia de la pintura del siglo XIV. Después de trabajar en los Países Bajos, al servicio del Príncipe Obispo, Jan Van Eyck finalmente se unió a su hermano en Brujas como pintor de la corte para el duque de Borgoña.

A pesar de varias misiones en el extranjero, el artista no puede separarse de la capital flamenca y decide instalar allí definitivamente su taller en 1430. Muy arraigado en el movimiento de los primitivos flamencos, corriente artística a caballo entre los estilos gótico y renacentista, Jan Van Eyck será uno de los primeros artistas en firmar sus obras. Otro que había entendido que si había reconocimiento, indicar su identidad podía ser muy útil.

En cuanto a la estatua dedicada a él, Jan Van Eyck está representado de manera noble escrutando el horizonte con un aire serio. Está vestido con un abrigo largo y cubierto con un turbante, lo que le da un aire un poco ceremonioso. ¿No lo ves, mirando los rasgos de su rostro?

¿Quizás estás demasiado ocupado mirando sus manos? La de la derecha lleva un lápiz, mientras que la de la izquierda, un cartel. La estatua se encuentra en un lugar muy céntrico de Brujas y fue inaugurada en el año 1849. La razón es simple, en ese momento era el cuarto centenario de la muerte de Jan Van Eyck.