Villa Belza

He aquí la famosa Villa Belza, cuyo aspecto misterioso en la ladera de un acantilado la ha convertido en el emblema de la ciudad. El nombre de Belza, que significa “negro” en euskera, su proximidad a una cala rocosa bien peligrosa, y su aspecto inédito, con su torreón medieval y su torrecilla, han alimentado desde tiempos inmemoriales las leyendas de la región. Casas encantadas con persianas que chirrían, fantasmas que aparecen en las ventanas, historias de brujería y espectros, la Villa Belza lo ha visto todo. Sin embargo, eso no impidió que el mundo del séptimo arte se fijara en ella, sino todo lo contrario. Sirvió de telón de fondo para numerosas escenas cinematográficas, ya desde 1908. En el año 1923, el cuñado del gran compositor ruso Stravinski, compró la propiedad y la transformó  en un cabaret, un restaurante donde se celebraban suntuosas cenas. En él se reunían celebridades como el Príncipe de Gales y  grandes duques rusos. El lugar se transformó por completo en 1927. El castillo vasco, como se llamaba el restaurante ruso, se convirtió en una magnífica posada de estilo Luis XIII. Pero en 1940, se acabaron las fiestas y la música. El ejército alemán requisó el local. Levantaron un práctico fortín para proteger el puerto que habían ocupado. Renovada tras la liberación, la municipalidad clasificó la casa como zona protegida del patrimonio arquitectónico. Después se dividió en pisos y se convirtió en residencias. Para que te hagas una idea, si te resulta interesante, en 2020 se vendió un piso por la módica suma de 40.000 euros el metro cuadrado. ¡No iba a salir tan barato vivir en una casa tan célebre! Ahora continúa por el paseo marítimo hasta la playa del Viejo Puerto.