Museo Trabi

A tu derecha está El Muro, Asisi Panorama Berlín, un proyecto que utiliza cientos de fotografías retocadas y escaladas para dar vida a la vida cotidiana de los berlineses en la década de 1980. Al otro lado, encontrarás el Museo Trabi, que recorre la historia del famoso automóvil. El Trabant, que significa satélite en alemán, recuerda la conquista del espacio y el lanzamiento del satélite Sputnik. Es el famoso coche pequeño de la gente, fabricado entre 1964 y 1990 por la empresa estatal de Alemania Oriental. Se le conoce cariñosamente como el Trabi. Tiene el mismo estatus de culto que el Escarabajo o Beetle , el Fiat 500 en Italia, el 2CV en Francia y el Austin Mini en el Reino Unido. Una leyenda urbana dice que estaba hecho de cartón. Es cierto que los recursos de acero eran escasos en la RDA en aquella época, y había que encontrar un material de sustitución. Naturalmente, no se eligió cartón, sino Duroplast, que es un plástico. La carrocería de este coche está hecha de láminas de plástico ensambladas sobre un armazón de acero. Esto permitió construir coches baratos, que se vendían por el precio simbólico de 1.000 Osmarks. Digo simbólico porque la realidad era muy distinta. En primer lugar, como en todos los países comunistas, tenías que ganártelo para poder comprarlo, y luego los plazos de entrega eran de entre 10 y 15 años, así que bueno. Pero sobre todo, no te rías, luego tenías que añadir opciones. Y por opciones no me refiero a GPS o aire acondicionado, sino a ruedas, asientos, volante y cinturones de seguridad, sin los cuales no se podía matricular el coche. Como burla, ¡algunos modelos tienen incluso cristales traseros calefactados para mantener las manos calientes cuando empujas! Aun así, fue el coche más popular de Alemania Oriental y sigue siendo su emblema hoy en día. En los años 90, los alemanes Este ya no querían oír hablar de ellos, pero poco a poco volvieron a ponerse de moda, subidos a la ola de la Ostalgia, que no es más que nostalgia de la Alemania Oriental. Si vas a una fiesta Ostalgia en Berlín, beberás Club-Cola y bailarás al ritmo de la música de la antigua RDA. Mientras tanto, puedes hacer una excursión al museo o enterarte de los muchos chistes que se contaban sobre él. Se decía, por ejemplo, que cuando el rico americano recibió por fin el Trabi que había encargado, pensó: ¡vaya, esos alemanes siempre están al tanto de todo! Antes de entregar el coche, ¡envían primero una maqueta de plástico!