Leyenda del Dragón

Al pasar por la calle del Dragón, ¡no he podido resistirme a contarte la leyenda de la Serpiente de Bergerac! Remontémonos a tiempos inmemoriales, a la aldea de Lalinde, a orillas del Dordoña, cerca de Bergerac. Se cuenta que un extraño animal, oculto en un refugio druídico, merodeaba por los alrededores. Los lugareños lo llaman “el Coulobre”, que significa serpiente. Lo describen como un reptil gigante, con los ojos alargados sobre su cabeza plana con cuernos. De su cuerpo cubierto de escamas brotan dos grandes alas, y de sus monstruosas patas sobresalen grandes garras. Para que te hagas una idea de su desproporcionado tamaño, se dice que cuando el animal bebe en el Dordoña, su cola está en lo alto del acantilado de Couze. ¿Y qué hace un monstruo legendario? ¡Secuestra y devora a los habitantes! ¡Y su comida favorita resultan ser los barqueros! Con un movimiento de su cola, este animal se enrolla alrededor de la barca y la arrastra hasta el fondo. Definitivamente un dragón del aire y del mar. También es responsable de la muerte de rebaños y de accidentes en el río. Así pues, en Bergerac no hay caballeros de brillante armadura que nos libren de esta terrible plaga, sino un valiente hombre de la Iglesia, San Front, que, según la leyenda, partió al acantilado para desafiar a la bestia, siendo su única arma su fe. Cuenta la leyenda que le bastó hacer la señal de la cruz para que el monstruo desapareciera, y huyó para siempre. Pero en realidad no desapareció, ¡pues aún hoy puedes verlo orgulloso en el escudo de Bergerac!