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Plaza Austerlitz y Cueva Napoleón

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Al llegar a la plaza Austerlitz, enseguida se percibe el buen ambiente del lugar. En este lugar se rinde homenaje a Napoleón Bonaparte. El plano inclinado que conduce a la estatua, idéntico al de los Inválidos, narra las victorias militares del emperador. Si la gloria napoleónica no te interesa mucho, puedes aprovechar la altura del monumento para contemplar las vistas. Y si te apetece realizar una caminata, el inicio del espléndido sendero de las crestas está a la vuelta de la esquina, en la avenida Nicolas Pietri, justo detrás de la plaza. Dicho esto hablemos un poco del famoso emperador francés, que ha sido, sin andarnos con rodeos, uno de los mayores conquistadores de la historia. Acomódate en un banco, porque la vida de Napoleón, incluso resumiéndola y simplificándola al máximo, no deja de ser toda una odisea. Como habrás podido ver, Napoleón nació en Ajaccio, en el seno de una familia de la nobleza, aunque no muy adinerada. En aquella época, Córcega apenas era francesa. Desde muy pequeño, sus padres se dieron cuenta de sus cualidades como futuro líder. La cueva que ves se llama “Cueva Napoléon”, porque la leyenda popular cuenta que el joven venía aquí a soñar con conquistas y gloria, escondido bajo sus grandes rocas. A la edad de 9 años, recibió una beca para estudiar en la Francia metropolitana, donde aprendió francés, y posteriormente en 1784 ingresó en la escuela militar de París. Unos años más tarde, cuando estalló la Revolución, Napoleón eligió su bando. Este sería el de la República. En 1793, se dio a conocer al conquistar Tolón, que se había rendido ante los ingleses. A continuación, pasó a dirigir la infantería del ejército francés en Italia, para luego convertirse en comandante en jefe del ejército italiano. Napoleón reveló su talento como estratega durante la contienda italiana, en la que Francia invadió las provincias italianas pertenecientes a Austria, y consiguió la rendición de Viena que firmó un acuerdo de paz. En Francia, la popularidad de Napoleón se disparó. El gobierno le admiraba tanto como le temía, por lo que le envió a Egipto para luchar contra los británicos, que estaban bien asentados allí. En Francia, el poder post-revolucionario estaba debilitado, y varios políticos y financieros vieron en Napoleón la mejor solución. Conjuntamente prepararon un golpe de Estado y Napoleón se convirtió en primer cónsul. A él le debemos más instituciones de las que se cree. Creó prefecturas y ayuntamientos, fundó 45 liceos, inventó la Legión de Honor, convirtió el Louvre en museo e inventó el Código Civil. Siguiendo la idea de que nadie puede ignorar la ley, entendió que ésta debía ser accesible a todos. El 2 de diciembre de 1804 fue coronado emperador en presencia del Papa Pío VI, con el nombre de Napoleón I. A partir de entonces, la corona pasó a ser hereditaria. La monarquía había sido sustituida por un emperador, pero los franceses habían votado por ello en un plebiscito. Fue él mismo quién se colocó la corona sobre la cabeza. Su esposa Josefina también fue proclamada emperatriz. Todos los países limítrofes entraron en pánico ante tanto poder reemplazando la monarquía. Se aliaron contra Napoleón. Es lo que se conoce como la época de las guerras napoleónicas. Los ingleses iban bien encaminados para derrocar a la monarquía, y lograron la victoria en Trafalgar. Pero los rusos y los austriacos fueron derrotados en Austerlitz, la más grande victoria de Napoleón. Por otro lado la batalla de Jena hizo flaquear a Prusia. En lo que concierne a España, estaba en manos francesas bajo el mando del hermano de Napoleón. El Imperio Francés nunca había sido tan grande. Englobaba los Países Bajos, Bélgica, Suiza, Italia, España y Austria. En el apogeo de su gloria, el Gran Ejército de Napoleón parecía invencible. La historia podría haber terminado allí, pero Napoleón quiso enfrentarse a la gigante Rusia. Y eso fue una muy mala idea. No había comenzado tan mal, con la toma de Moscú en 1812. Sin embargo, el Gran Ejército atrapado por el gélido invierno y la contraofensiva rusa, tuvo que retirarse. El desastroso paso del río Berezina, que hizo perder 200.000 hombres a la Grande Armée , dio lugar a una nueva expresión popular en el lenguaje francés: “c’est une bérésina”, que quiere decir “es un desastre”. En 1813, Francia fue invadida y Napoleón abdicó. Se instaló en la isla de Elba y la monarquía reasumió su trono con Luis XVIII. Pero Napoleón no reconoció la derrota. Preparó su regreso y volvió a París en 1815. Derrocó a Luis XVIII, y así comenzó lo que se conoció como la Guerra de los Cien Días, que terminó con la aplastante derrota en Waterloo. Napoleón abdica por segunda vez, esta vez definitivamente, se rinde a los británicos y se exilia en Santa Elena con algunos parientes. Allí falleció en 1821. Finalmente, en 1840, se cumple el último deseo del emperador de ser enterrado a orillas del Sena, entre los franceses a los que tanto había amado. Fue la famosa repatriación de las cenizas. Una multitud impresionante de varios miles de personas se reunió en medio de un frío glacial para presentar sus últimos respetos al mayor emperador francés. En la actualidad yace en una suntuosa tumba en el centro de la cúpula del complejo arquitectónico de los Inválidos.

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