El Grand Hôtel
Ce point d’intérêt est disponible en audio dans le circuit: Visita Aix-Les-Bains, La Riviera de los Alpes
Detente un momento para contemplar con más detalle la hermosa fachada del Grand Hôtel que se alza frente a ti, al otro lado de la calle. Este edificio nos cuenta una página del esplendor del termalismo francés. Retrocedamos a 1858: por primera vez en la memoria de los habitantes de Aix, se construye desde cero un auténtico palacio hotelero, pensado para acoger con todo lujo a los ricos visitantes europeos que venían a tomar las aguas.
El proyecto, firmado por Charles-Bernard Pellegrini, fue revolucionario y se levantó en un emplazamiento privilegiado, entre los baños termales y el casino, en pleno corazón de lo que pronto se conocería como el “triángulo de oro”. Una de sus grandes innovaciones fue el atrio central: un amplio patio interior abierto en varios niveles y coronado por una monumental cubierta acristalada. Esta estructura permitía que la luz natural inundara todo el interior, creando un ambiente elegante y acogedor.
Desde las galerías que rodeaban el atrio en cada planta, los huéspedes podían observar lo que sucedía abajo, cruzar miradas o saludarse al pasar. El lugar se convirtió así en un auténtico espacio de encuentro y de circulación, íntimo y a la vez espectacular. Fue también uno de los primeros hoteles de Aix-les-Bains en contar con ascensor, un lujo casi futurista para la época. Al inaugurarse se llamó Hôtel Royal de Savoie, más tarde pasó a ser Hôtel Impérial bajo Napoleón III, y adoptó definitivamente el nombre de Grand Hôtel en 1870.
Entre sus muros se alojaron la reina Victoria, el compositor Wagner, maharajás y príncipes venidos de Oriente… figuras ilustres que consolidaron la reputación internacional de la ciudad. Ante tal éxito, el hotel se amplió: entre 1898 y 1902 se le añadieron dos plantas más, alcanzando los cuatro pisos de altura. Pero las dos guerras mundiales pusieron fin a aquella época dorada. En 1953, el palacio se transformó en un edificio de viviendas y oficinas: era el final de una época.
Por suerte, en 1986 fue inscrito como Monumento Histórico, protegiendo así su majestuosa fachada y su emblemática cubierta acristalada. Y hoy, tras estos muros tranquilos, el atrio sigue irradiando su luz dorada, como un eco intacto de un arte de vivir ya desaparecido.
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