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Plaza de la Mantequilla

22 place au beurre poi grand

Ce point d’intérêt est disponible en audio dans le circuit: Visita Quimper, La majestuosa capital de Cornualles

Un nombre que nos hace sonreír, una estampa que nos encanta y un aroma de trigo sarraceno que despierta el apetito… No hace falta más para que la Plaza de la Mantequilla conquiste a quienes la visitan. Y para los habitantes de Quimper, su encanto ya está más que ganado desde hace décadas.

Hasta mediados del siglo XX, el centro de la ciudad era el corazón de toda la actividad comercial. Los lecheros se instalaban en la plaza Médard, los floristas en la calle Astor, los pescaderos a orillas del Steïr… La plaza, que en otro tiempo se llamó plaza de las Colmenas, pasó a conocerse como plaza de la Mantequilla de pote, y desde 1792, simplemente Plaza de la Mantequilla.

Un nombre que no es casual, ya que aquí se reunían los comerciantes de productos lácteos y, cómo no, de mantequilla. Una mantequilla bien salada, como dictaba la tradición, que se conservaba en potes de gres para alargar su vida útil. Se cuenta que las mujeres de Quimper no dudaban en pincharla con un alfiler de su cofia para comprobar su textura y su sabor. Puro espíritu pintoresco, las calles que rodean la plaza fascinan a los amantes de la historia por sus numerosos y a veces discretos detalles.

Como estas casas de entramado de madera, tan típicas, entre las que destaca la del número 1 de la calle du Lycée, considerada una de las más pequeñas de Quimper. Un poco más adelante, en el número 13 de la calle del Sallé, se puede leer una inscripción grabada en piedra: “IHS FF par HH Guillaume Leblanc, 1683, 64 años”. IHS es una sigla religiosa muy habitual en el universo jesuita.

Significa Iesus Hominum Salvator, es decir, “Jesús, Salvador de los Hombres”. Y “FF par HH” se traduce como “hecho hacer por hombre honorable”. Guillaume Leblanc, antiguo impresor al servicio del colegio jesuita cercano, dejó aquí su firma. Con esa inscripción, dejaba claro que ejercía su oficio con todas las de la ley, sin temer represalias por parte del poder real. Justo al lado, a la derecha de la crepería L’Ardoise, se alza una casa con entramado de madera encajada entre muros de piedra: un ejemplo típico de muro cortafuegos de época.

Reproducida una y otra vez por los pintores, la Plaza de la Mantequilla es hoy el cuartel general de las creperías. Un auténtico paraíso para los más golosos. Pero ojo: donde hay crepes, hay mantequilla… así que no queda más remedio que rendirle homenaje. Con el estómago bien contento, podrás seguir la visita hacia la próxima parada, pasando frente a la casa del Pabellón, fácilmente reconocible por su tejado a cuatro aguas.

Largo tiempo se creyó, erróneamente, que fue la residencia del canónigo de Boisbilly. Hoy en día, el edificio alberga la Casa del Patrimonio de Quimper.

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