La catedral Saint-Corentin

¡Que suenen con fuerza las campanas! Porque ya estamos frente al símbolo por excelencia de Quimper: la imponente catedral de Saint-Corentin. Irremplazable para los habitantes, imprescindible para los visitantes, este majestuoso edificio religioso es imposible de ignorar, tanto en el paisaje como en la historia del Viejo Quimper.

Sus orígenes se remontan a 1239, cuando el obispo Raynaud decidió levantar una nueva catedral sobre los restos de un antiguo templo, inspirándose en las construcciones góticas que florecían entonces en Île-de-France. Era un proyecto ambicioso, y como te imaginarás, nada rápido. Lo que nadie preveía en aquel momento es que las obras se prolongarían… durante seis siglos.

La primera gran fase, y no precisamente menos importante, fue la del coro: comenzó en 1240 y no se terminó hasta 1410, retrasada por conflictos como la Guerra de Sucesión de Bretaña o la epidemia de peste negra en el siglo XIV. A partir de ahí, la suerte fue algo más favorable: en solo 65 años se levantaron varios elementos clave, como la singular fachada con un único portal, las dos torres, la nave y el transepto.

En el siglo XIX, el arquitecto local Joseph Bigot tomó el relevo y lideró una gran campaña de restauración. Se centró sobre todo en embellecer las capillas, reemplazar los vitrales destruidos durante la Revolución francesa, y, sobre todo, culminar las torres. Estas se construyeron entre 1854 y 1856 con financiación popular y hoy se alzan orgullosas con sus 76 metros de altura, visibles desde casi cualquier punto de la ciudad.

A pesar de su larguísima construcción, el conjunto mantiene una coherencia gótica sorprendente. Y lo mejor es que la entrada es gratuita, así que no lo dudes: entra y déjate maravillar. Sus dimensiones son impresionantes (90 metros de largo por 20 de alto) y guarda auténticas joyas. Como los vitrales del siglo XV, las bóvedas restauradas con tonos ocres y amarillos, y una pequeña figura que no pasa desapercibida: Santik Du, el “pequeño santo negro”. Este antiguo monje franciscano es muy querido en Quimper por haber cuidado y enterrado a los enfermos de la peste negra en el siglo XIV.

Hoy en día, la tradición manda dejar pan a los pies de su estatua, en gesto solidario hacia los más necesitados. Si miras bien a tu alrededor, te darás cuenta de algo curioso: la nave no está alineada con el coro. ¿La catedral está torcida? Efectivamente.

Y sobre este detalle arquitectónico circulan varias teorías. Una dice que simboliza la cabeza inclinada de Cristo en la cruz. Otra defiende que fue un truco para que la fachada se viera desde la calle Kéréon. Y una tercera apunta a un problema más terrenal: la inestabilidad del terreno cercano al río Odet.

¿Cuál será la verdadera? Nadie lo sabe con certeza. Lo que sí es seguro es que, desde que fue declarada Monumento Histórico en 1862, la catedral de Saint-Corentin sigue guardando enigmas. Como el que envuelve la figura del santo que le da nombre… o la del legendario rey Gradlon, cuya estatua cabalga entre las dos torres.