Calle Kéréon

Breve pero inconfundible, el sonido que acabas de oír te señala que estás ante uno de los rincones más fotogénicos de toda la ciudad. Y no dejarás de oír hablar de él: se trata de la famosísima calle Kéréon.

Su nombre, derivado del plural bretón kere —que significa zapatero—, recuerda el gremio que antaño ocupaba este lugar. Olores a cuero, martillazos y regateos animados formaban parte del día a día en esta calle bulliciosa, epicentro de una de las industrias más prósperas de la Quimper medieval. Aquí se trabajaba y se comerciaba con el cuero, en una calle de tierra, sin adoquines hasta bien entrado el siglo XIX.

Larga, sinuosa y durante mucho tiempo insalubre, la rue Kéréon fue transformándose poco a poco, a menudo por necesidad. En 1762, un incendio devastador comenzó en la zona del actual Crédit Lyonnais y, en solo doce días, redujo a cenizas nueve casas con entramado de madera y dañó gravemente otras seis. Para evitar nuevas catástrofes, se prohibió construir en madera y se optó por la piedra. Las casas de los números 3, 5 y 7 son hoy un magnífico ejemplo de esta nueva etapa. Al mismo tiempo, se amplió el ancho de la calle por el lado izquierdo y las fachadas se alinearon… o casi.

Algunas, afortunadamente, conservaron su carácter, y varias de ellas están hoy protegidas como Monumentos Históricos. Si levantas la vista en el número 9, verás bajo el adorno en forma de dientes tres pequeñas estatuillas de madera. Y justo donde está la tienda de macarrones Philomène, aparecen dos figuras bretonas en cada lado de la calle: un campesino con traje tradicional de Quimper y una mujer vestida al estilo de Fouesnant.

Un bonito guiño a la antigua mercería “À la fileuse bretonne”, “La hilandera bretona” en español, que ocupaba ese local. Encantadora y con una vista única hacia las torres de la catedral, la rue Kéréon es perfecta para inmortalizar tu paso por Quimper con una buena foto.