Estatua de René Laennec

Proponer un itinerario por esta encantadora ciudad bretona sin detenerse frente a esta estatua… ¡ni pensarlo! Por el bien de todos los locales (y del tuyo también), es fundamental que conozcas al personaje representado aquí.

Se trata de René Laennec, un hijo ilustre de Quimper que revolucionó la medicina moderna gracias a su agudo sentido de la observación y su rigor en el análisis. Y sin embargo, nada en su infancia parecía anunciar un destino tan brillante.

Nacido en 1781, Laennec pierde a su madre con solo cinco años y su padre, sintiéndose incapaz de criarlo, lo confía junto a su hermano a familiares. Primero a un tío sacerdote, luego a otro médico en Nantes. Ese encuentro cambiará su vida: inspirado por este último, René decide seguir la misma vocación.

A los 14 años ya inicia estudios de medicina y en 1803 obtiene el primer puesto en el prestigioso concurso general de medicina y cirugía. Pero lo mejor aún estaba por llegar. En 1816, mientras era jefe de servicio en el hospital Necker, inventa un método que va a marcar un antes y un después en la historia de la medicina: la auscultación inmediata, que perfeccionará poco después con la invención del primer estetoscopio, en 1818.

A partir de ahí, los reconocimientos se suceden y llega a ser médico personal de figuras como Chateaubriand o la duquesa de Berry. Escuchar el corazón, auscultar los pulmones… gestos que hoy siguen salvando vidas, tal vez incluso la tuya. Así que si alguien merecía una estatua en Quimper, sin duda es René Laennec.

Esta obra de bronce, firmada por Eugène-Louis Lequesne —el mismo escultor de la célebre Virgen de Notre-Dame de la Garde que domina Marsella—, fue inaugurada en 1868, lo que la convierte en la escultura de bronce más antigua que aún puede verse en Quimper.