Las 12 islas bretonas más bonitas por descubrir

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Bretaña cuenta con casi 800 islas diseminadas a lo largo de su litoral, que ofrecen impresionantes paisajes de aguas turquesas, playas de arena fina y escarpados acantilados. Verdaderas joyas de la naturaleza, estas islas bretonas son remansos de paz vírgenes donde el tiempo parece haberse detenido. De Finistère a Morbihan, pasando por Côtes-d’Armor, descubra las 12 islas bretonas más bellas que bien merecen una visita en sus próximas vacaciones en Bretaña.

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1. Belle-Île-en-Mer, la perla del Atlántico

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La mayor de las islas bretonas tiene un nombre muy apropiado. Situada a 17 kilómetros de la costa de Quiberon, Belle-Île-en-Mer tiene 20 kilómetros de largo y ofrece una excepcional diversidad de paisajes. Su salvaje litoral alterna impresionantes acantilados, calas secretas y playas de arena fina y aguas cristalinas.

Las agujas de Port-Coton, inmortalizadas por Claude Monet, son uno de los lugares más espectaculares de la isla. La Pointe des Poulains, antigua residencia de Sarah Bernhardt, ofrece unas vistas impresionantes del océano embravecido. El puerto de Sauzon, con sus casas de colores, desprende un encanto auténtico que ha atraído a numerosos artistas a lo largo de los siglos.

La mejor forma de explorar Belle-Île-en-Mer es en bicicleta por el GR 340, que recorre la isla en cuatro o cinco días. Los amantes del senderismo apreciarán especialmente este sendero costero, votado GR favorito de Francia en 2022. Para llegar a esta excepcional isla bretona, hay conexiones marítimas todo el año desde Quiberon, y en temporada desde Vannes, Locmariaquer o Port-Navalo.

2. Bréhat, la isla de las flores

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Situada en la región bretona de Côtes-d’Armor, la isla de Bréhat merece sobradamente su apodo de “isla de las flores”. Gracias a su microclima excepcionalmente suave, en este archipiélago de granito rosa florece una vegetación casi mediterránea. Mimosas, agapantos, eucaliptos y hortensias dan color a los jardines y senderos de esta singular isla bretona.

El archipiélago está formado por dos islas principales unidas por el puente Vauban: la salvaje y rocosa isla Norte y la más suave y florida isla Sur. Bréhat tiene 3,5 km de largo y 1,5 km de ancho, por lo que es fácil recorrerla en un día a pie o en bicicleta. Los coches no están permitidos en la isla, lo que ayuda a preservar su ambiente tranquilo y auténtico.

Le Paon, el principal mercado de la isla, seduce con sus casas de granito rosa y sus callejuelas. No se pierda la capilla de Saint-Michel, que ofrece una magnífica panorámica del archipiélago, ni el molino de mareas de Le Birlot, testimonio del patrimonio de la isla. Para llegar a Bréhat, zarpe del embarcadero de Pointe de l’Arcouest, en Ploubazlanec, a sólo 10 minutos.

3. Ushant, el centinela del Atlántico

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A sólo 20 kilómetros de la costa de Finistère, Ushant es la isla bretona por excelencia. Última tierra antes de América, este centinela atlántico se yergue orgulloso contra los elementos. Sus ocho kilómetros de costa albergan paisajes de una belleza salvaje y virgen, azotados por los vientos y el rocío marino.

La isla cuenta con cinco majestuosos faros, entre ellos el famoso faro de Créac’h, que alberga el Musée des Phares et Balises (Museo de Faros y Balizas), visita obligada para los interesados en la historia marítima de la región. El faro de Jument y el de Kéréon, verdaderas proezas arquitectónicas, son testigos de la peligrosidad de estas aguas. Las costas norte y oeste de Ushant impresionan por sus acantilados escarpados y su caos rocoso.

Conocida antaño como “la isla de las mujeres”, Ouessant tiene una historia fascinante ligada a su aislamiento y a las largas ausencias de sus marineros. La ciudad de Lampaul, el principal pueblo de la isla, conserva su carácter auténtico, con casas bajas y contraventanas de colores. Se puede llegar a Ushant en barco desde Brest o Le Conquet, o incluso en avión desde el aeropuerto de Brest Bretagne para los que tengan prisa.

4. Groix, la isla de los minerales azules

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Frente a Lorient, la isla de Groix posee unas características geológicas únicas. Es el único lugar de Europa donde se puede encontrar glaucofana, la piedra azul semipreciosa que es el orgullo de los isleños. Con una longitud de 8 km y una anchura de 3 km, Groix ofrece una gran variedad de paisajes, desde la escarpada costa del Oeste hasta el litoral más suave del Este.

La playa convexa de Grands Sables es una notable curiosidad geológica: es la única playa de Europa que cambia de forma y posición con las corrientes y las mareas. El puerto de Locmaria, con sus coloridas casas y su auténtico ambiente marítimo, es un lugar que invita a pasear. El Trou de l’Enfer, una espectacular sima excavada en los acantilados, impresiona por la fuerza de las olas que se precipitan.

El famoso bar Ti Beudeff, toda una institución local, perpetúa el ambiente acogedor que caracteriza a esta isla bretona. A los aficionados a la historia les encantará el museo y el ecomuseo de la isla, que rememoran el pasado atunero de Groix. La travesía desde Lorient dura sólo 45 minutos, y también hay un servicio desde el puerto de Lomener en Ploemeur durante la temporada de verano.

5. Ile aux Moines, la perla del Golfo de Morbihan

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En el corazón del golfo de Morbihan, Ile aux Moines merece plenamente su apodo de Perla del Golfo. Accesible en cinco minutos en ferry desde Port-Blanc, en Baden, esta isla bretona de 320 hectáreas goza de una vegetación exuberante y un clima especialmente suave. Con siete kilómetros de largo y tres de ancho, es fácil explorarla a pie o en bicicleta.

Las verdes orillas y las calas protegidas de Ile aux Moines ofrecen un paisaje encantador. La ciudad principal alberga bonitas casas de armadores y capitanes, testimonio de su próspero pasado marítimo. El sendero costero ofrece magníficas vistas del golfo de Morbihan y sus innumerables islotes.

La isla goza de un ambiente tranquilo y virgen, sin más coches que los de los residentes. Las playas orientadas al sur están protegidas de forma natural de los vientos dominantes. No se pierda el Bois d’Amour, una romántica zona boscosa que contrasta con el paisaje costero. Izenah Croisières realiza travesías regulares desde Baden durante todo el año.

6. Houat, paraíso bretón de aguas turquesas

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Situada al sur de Bretaña, entre Belle-Île y la península de Quiberon, la isla de Houat cuenta con asombrosas playas de estilo caribeño. Sus calas de arena blanca bordeadas de aguas turquesas figuran entre las más bellas de Francia. Esta pequeña isla bretona, de 2,5 kilómetros de largo y 1 kilómetro de ancho, alberga a unos 280 habitantes que velan celosamente por la conservación de su excepcional entorno.

El pueblo principal, con sus callejuelas estrechas y sus casas encaladas llenas de flores, desprende un encanto mediterráneo inesperado en Bretaña. La playa de Treac’h er Goured, apodada “La Grande Plage”, se extiende a lo largo de más de un kilómetro de arena fina. El sendero costero permite descubrir las calas salvajes de la costa oeste, más escarpada y azotada por el viento.

Houat significa “pato” en bretón, en referencia a su forma vista desde el cielo. La isla es ideal para practicar senderismo, con espectaculares vistas desde el fuerte de Beg er Vachif. A los amantes del submarinismo les encantarán los excepcionales fondos marinos que rodean la isla. Las lanzaderas marítimas conectan Houat con Quiberon durante todo el año, y en temporada desde otros puertos de Morbihan.

7. Hoëdic, la auténtica hermana pequeña de Houat

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Vecina de Houat pero menos visitada, Hoëdic encarna la autenticidad de las islas bretonas. Esta pequeña isla, de 2 km de largo por 1 km de ancho, sólo cuenta con un centenar de habitantes permanentes. Su nombre significa “pequeño pato” en bretón, a diferencia de su hermana mayor. Hoëdic se caracteriza por su ambiente tranquilo y virgen, ideal para recargar las pilas lejos del bullicio del continente.

El pueblo de casas llenas de flores y emblemáticas malvarrosas se asienta alrededor del puerto. Lirios de mar, nudibranquios y otras flores silvestres dan color al paisaje con el cambio de estación. Las playas de arena fina se extienden a lo largo de la costa sur y ofrecen aguas tranquilas y poco profundas, perfectas para familias. El sendero costero de la isla se recorre en unas dos horas.

El antiguo fuerte, construido por Vauban en el siglo XVII, domina la isla desde su punto más alto. No se pierda la iglesia de Saint-Goustan, un encantador templo del siglo XIX que atestigua la historia de la isla. Para quienes deseen prolongar la experiencia, existen varios alojamientos donde pasar una o varias noches en la isla y disfrutar al máximo de su tranquilo entorno. Desde Quiberon parten transbordadores durante todo el año.

8. La isla de Sein, la isla de los valientes

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En el extremo occidental del Finisterre, frente a la Pointe du Raz, la isla de Sein fascina por su carácter único. Esta isla bretona particularmente llana se eleva a sólo 1,50 metros sobre el nivel del mar, por lo que es azotada regularmente por las tormentas. Pasar por la Raz de Sein en la travesía desde Audierne es un espectáculo marítimo impresionante, que anuncia la llegada a esta tierra mítica.

La isla de Sein hizo historia en 1940 cuando casi todos sus hombres -128 senanos- respondieron a la llamada del General de Gaulle para unirse a las Fuerzas Francesas Libres. Esta movilización excepcional le valió a la isla el lema “Sein, l’île des braves” y la Orden de la Liberación. Un monumento rinde homenaje a este valor excepcional.

El pueblo, apretado contra el puerto, está formado por calles estrechas bordeadas de casas bajas protegidas por altos diques. En la isla no crecen árboles debido a las extremas condiciones climáticas. Los faros de Ar Men y La Vieille, auténticos centinelas en el mar, son testigos del peligro de estas aguas. La travesía desde Audierne dura aproximadamente una hora, con servicios regulares en temporada.

9. Isla de Batz, el jardín exótico de Bretaña

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Frente a Roscoff, a sólo 15 minutos de travesía, la isla de Batz revela una cara inesperada de Bretaña. Gracias a su microclima excepcionalmente suave, en esta isla de 3,5 kilómetros de largo florece una vegetación exuberante y a veces exótica. El jardín Georges Delaselle, creado en 1897, alberga más de 2.500 especies vegetales procedentes de todo el mundo, lo que convierte a esta isla bretona en un auténtico paraíso botánico.

La isla de Batz sigue siendo muy activa en el sector agrícola, con su huerta reconocida por los gourmets. Cebollas rosas, patatas nuevas y otras hortalizas tempranas se benefician del favorable clima marítimo. El faro de la isla, de 44 metros de altura, ofrece tras 198 escalones una excepcional vista panorámica del archipiélago y de la costa norte de Finisterre.

El sendero costero revela la diversidad del paisaje, con sus caos rocosos, calas de arena blanca, aguas turquesas y prados llenos de flores. Las ruinas del monasterio fundado en el siglo VI por San Pol Aureliano atestiguan el rico pasado religioso de la isla. La playa de arena blanca, orientada al sur, invita a darse un chapuzón en sus aguas cristalinas. Durante todo el año circulan autobuses diarios entre la isla y Roscoff.

10. Molène, el archipiélago virgen

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Entre el continente y Ushant, el archipiélago de Molène comprende una veintena de islas e islotes, de los cuales sólo la isla principal está habitada. Esta pequeña isla bretona, de apenas 1 kilómetro de largo, alberga unos 200 habitantes que viven principalmente de la pesca y el turismo. Molène forma parte del Parque Natural Marino de Iroise, garantía de la preservación de su excepcional entorno.

El carácter de Molène se forja en la adversidad de los elementos. Las aguas que rodean el archipiélago alternan la calma cristalina con furiosas agitaciones, según las mareas y las corrientes. El pueblo, concentrado en torno al puerto, está formado por casas bajas con contraventanas de colores que resisten los embates del viento. Una cisterna donada por la reina Victoria en el siglo XIX recuerda la ayuda prestada por los molenais cuando naufragó un barco inglés.

La cercana isla de Quéménès bien merece una visita. En ella vive una pareja que dirige una granja ecológica autosuficiente desde el punto de vista energético, testimonio de un estilo de vida isleño respetuoso con el medio ambiente. Hay conexiones marítimas con Molène desde Brest o Le Conquet durante todo el año, con salidas ocasionales desde Camaret o Lanildut.

11. Ile d’Arz, la discreta perla del golfo

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Vecina de Ile aux Moines pero mucho menos popular, Ile d’Arz es una tranquila alternativa para explorar las islas del golfo de Morbihan. Sus exuberantes orillas verdes se sumergen suavemente en las tranquilas aguas del golfo, creando paisajes bucólicos de rara belleza. La isla tiene una superficie de 3,3 km2 y se puede recorrer a pie o en bicicleta.

Las extensas playas de la isla de Arz están protegidas del viento, por lo que son ideales para nadar y practicar deportes acuáticos. La ciudad principal alberga algunas bellas casas de capitanes, testimonio de la época en que muchos marineros de la marina mercante fijaron su residencia en esta isla bretona. Hoy, la École des Glénans forma a los marineros del mañana.

El molino de mareas de Berno, el más antiguo del golfo de Morbihan aún en funcionamiento, ilustra el ingenio de los isleños de antaño. Los senderos costeros ofrecen fabulosas vistas panorámicas del golfo y sus innumerables islotes. La punta de Liouse ofrece una vista excepcional del golfo. La isla de Arz es accesible en barco todo el año desde el puerto de Séné, y desde Vannes en temporada alta.

12. Gavrinis, el tesoro megalítico de Morbihan

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En el corazón del golfo de Morbihan, la diminuta isla de Gavrinis alberga uno de los yacimientos megalíticos más bellos del mundo. Esta pequeña isla bretona, prácticamente desconocida para el gran público, alberga un excepcional majano que data del Neolítico, unos 4.000 años antes de Cristo. A 33 metros sobre el nivel del mar, el monumento funerario es el punto más alto del golfo.

El majano de Gavrinis impresiona por la excepcional calidad de sus grabados. Veintitrés de las veintinueve losas están decoradas con motivos geométricos de notable finura: espirales, cruces, hachas, chevrones… Estos grabados figuran entre los más bellos del arte megalítico europeo. El corredor, de 14 metros de largo, conduce a una cámara funeraria en la que descansaban personajes de alto rango.

La isla Gavrinis es un lugar protegido, por lo que las visitas deben ir acompañadas de un guía y las reservas deben hacerse con antelación. Las salidas se realizan desde el puerto de Larmor-Baden, con opciones desde Vannes en temporada alta. Desde Port-Navalo o Locmariaquer se ofrecen billetes combinados para otros yacimientos megalíticos, de modo que puede combinar el descubrimiento de varios de los tesoros prehistóricos de Morbihan.

En conclusión, las islas bretonas son destinos excepcionales para quienes buscan autenticidad, belleza paisajística y un cambio de aires. Cada una tiene su propio carácter, forjado por la historia, la geografía y la acción de los elementos. Aficionado al senderismo, aficionado a la historia, fanático del descanso en playas paradisíacas o simplemente en busca de tranquilidad, encontrará la isla que más le convenga entre las doce islas bretonas más bellas. No dude en prolongar su estancia para descubrir varias de estas joyas insulares y empaparse del ambiente tan especial que reina en estas tierras excepcionales. Bretaña le espera para una escapada inolvidable sobre el agua, entre tradición marítima y naturaleza virgen.

Preguntas más frecuentes

¿Cuál es la isla más bonita de Bretaña para visitar?

Belle-Île-en-Mer suele considerarse la isla más bonita de Bretaña, gracias a su excepcional diversidad de paisajes, espectaculares acantilados y playas de ensueño. Sin embargo, Bréhat tiene un clima mediterráneo y jardines llenos de flores, mientras que Ouessant fascina por su carácter salvaje. La elección depende de sus preferencias: cada isla bretona tiene su propio encanto.

¿Cómo llegar a las islas bretonas?

El acceso a las islas bretonas se realiza principalmente en barco desde varios puertos de la costa. Las compañías navieras ofrecen servicios regulares, algunos todo el año, otros sólo durante la temporada turística. También se puede llegar a Ushant en avión desde el aeropuerto de Brest. Conviene reservar los billetes con antelación, sobre todo en temporada alta.

¿Cuál es la mejor época para visitar las islas bretonas?

La mejor época para descubrir las islas bretonas es de mayo a septiembre. La primavera ofrece la ventaja de la naturaleza en flor, sobre todo en Bréhat y la isla de Batz, con un número moderado de turistas. Julio y agosto ofrecen mucho sol, pero atraen a más visitantes. El otoño ofrece un ambiente más tranquilo, y el tiempo sigue siendo suave.

¿Es posible visitar varias islas bretonas en las mismas vacaciones?

Es perfectamente posible combinar la visita a varias islas bretonas durante unas mismas vacaciones. Las islas del golfo de Morbihan (Ile aux Moines, Ile d’Arz) pueden visitarse fácilmente en un día cada una. Houat y Hoëdic también pueden descubrirse en excursiones sucesivas desde Quiberon. Para las islas más remotas, como Belle-Île, Groix, Ouessant y Bréhat, prevea al menos dos días por isla para disfrutarlas al máximo.

¿Se puede acceder a las islas bretonas en coche?

En la mayoría de las islas bretonas, el tráfico está muy regulado o incluso prohibido. Bréhat, Île aux Moines, Houat y Hoëdic están completamente libres de coches (excepto para residentes y profesionales). En Belle-Île, Groix y Ouessant, puede traer su propio coche, pero es mejor alquilar uno localmente. La bicicleta y el senderismo son las mejores formas de descubrir estas islas vírgenes y apreciar plenamente su encanto.

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